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26% DE DESIGUALDAD ECONÓMICA

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Título original: Ganan menos, bancan más

El 18,3 por ciento de las mujeres no tiene dinero propio. Las que trabajan, ganan el 26 por ciento menos que los varones. Falta mayor igualdad de género en la política, pero el acceso creciente de las mujeres a esos ámbitos no implica un avance real. Mientras que los hogares que antes eran llamados monoparentales, en realidad, son monomarentales y están bancados por mujeres y madres solas.


El 18,3 por ciento de las mujeres mayores de 14 años no trabaja ni percibe ingresos propios. La autonomía económica, te la debo. El principio básico de tener con qué para poder decidir no se cumple para casi dos de cada diez mujeres en la Argentina. Ellas están más condenadas a aguantar la violencia porque no cuentan con recursos para irse a vivir a otro lado o mantenerse por sus propios medios, situaciones de acoso si llegan a conseguir trabajo o hacen alguna changa esporádica (ser mozas, promotoras, atender una barra, cajeras, expendedoras de nafta, vendedoras, empleadas domésticas, etcétera) o a postergar sus necesidades, ganas de aprender algo o hacer deportes y/o salir. Los varones que están atados a la misma situación (no contar con dinero en sus bolsillos, ni ingresos que les permitan autofinanciarse, ni estudiar para proyectar otro futuro) también es preocupante pero es casi la mitad: 9,9 por ciento, según Indicadores Nacionales de Género, difundidos el 3 de enero del 2019, por el Instituto Nacional de las Mujeres (INAM) y publicados en la web oficial Argentina.gob.ar.

La postergación económica por razones de género tiene que estar en la agenda electoral en un año en que el voto debería incidir en el reparto de billetes en cada billetera. Es importante que no solo lleguen mujeres, sino mujeres, lesbianas, no binaries y trans con perspectiva de género. Pero los datos marcan, de todos modos, un mapa de la deuda política. Hay solo un 16,7 por ciento de gobernadoras en todo el país (más allá que una mandataria como María Eugenia Vidal cuenta con una cifra todavía menor de ministras) pero, todavía menos autoridades locales ya que solo el 9,5 por ciento de las intendentas son mujeres, según datos de las gobernaciones y proporcionados por el Ministerio del Interior y actualizados a septiembre del 2018. 

Un dato que interpela sobre la relación entre género y política es que la cifra más alta de proporción de mujeres se da en el Senado con un 41,6 por ciento de mujeres, justo en la cámara que freno el aborto legal, seguro y gratuito. El dato alerta sobre la necesidad de que el cupo implique un compromiso de quienes llegan a través de herramientas de fomento de la participación de género a defender la vida, la salud y la autonomía de mujeres y cuerpos gestantes. Las diputadas, mientras tanto, son el 38,9 de la Cámara legislativa nacional. 

En Argentina cuatro de cada diez personas que ganan más o llevan adelante la mayor cantidad de cuentas y gastos en el hogar son mujeres. Pero cuando en la casa hay una sola persona a cargo (que vive sola o mantiene a hijos/as o personas mayores) la jefatura femenina asciende al 55 por ciento. En cambio, en las familias más clásicas el 45 por ciento de la mayor responsabilidad y autoridad económica está en mano de los varones y el 16 por ciento en la espalda de las mujeres, según las cifras publicadas el 6 de diciembre del 2018,  por el Observatorio Nacional de Violencia Contra las Mujeres, dependiente del INAM, en base a cifras de la Encuesta Permanente de Hogares (EPH).

En Economía Feminista están fogoneando una palabra clave: hogares monomarentales que identifica y visibiliza a las madres que bancan solas sus casas y a sus hijos, a sus madres, hijastras, suegras o tías. “El 26,7 por ciento de las mujeres jefas de hogar son jefas de un hogar monoparental y el 3,7 por ciento de los varones conduce ese tipo de hogares, según los datos del INAM. Pero cuando se ve toda la población de hogares con una sola persona a cargo (llamados monoparentales) encuentra que el 85 por ciento está a cargo de una mujer y eso quiere decir que son monomarentales. Casi nueve de cada diez hogares que eran llamados monoparentales, en realidad, son monomarentales”, resalta la doctora en Economía y autora del libro Economía feminista, Mercedes D’Alessandro. 

La trampa es que las mujeres ganamos un 26 por ciento menos que los varones. Entonces, cuando son jefas de hogar ese hogar está empobrecido y cuando comparten su vida es difícil que puedan alcanzar la misma injerencia en la vida económica que sus maridos, novios o padres porque están condenadas a contar con menos disponibilidad financiera por razones de género. La licenciada en Economía e integrante de Economía Femini(s)ta, Florencia Tundis, señala: “Las mujeres ganamos un 26 por ciento menos que los varones y, teniendo en cuenta tanto el trabajo remunerado como el trabajo doméstico no remunerado, trabajamos más horas semanalmente que nuestra contraparte masculina (cincuenta y siete horas por semana, siete más que los varones)”. Ella destaca que las estadísticas oficiales son fundamentales para seguir pidiendo políticas y acciones que lleven a reducir la brecha salarial y las diferencias de género, tanto en el ámbito público como en el privado.

“La tarea de cuidar, sea remunerada o no remunerada, continúa siendo asignada a las mujeres”, enfatiza la socióloga Eleonor Faur, autora de El cuidado infantil en el siglo XXI y coautora de Mitomanías de los sexos. “La información confirma la importante dedicación femenina al trabajo doméstico y de cuidados no remunerado, la cual duplica a la dedicación masculina. Al mismo tiempo, subraya la relación de esta tarea y la complejidad de participar en actividades remuneradas, que en el caso de las mujeres se observa a partir de una menor participación en el mercado de trabajo cuando se tiene hijos pequeños. Desde el punto de vista del trabajo remunerado de cuidados, se agrupan actividades en una categoría que muestra que alrededor de un 17 por ciento de las mujeres se ocupan en este tipo de empleo (con una altísima participación de servicio doméstico) frente a sólo un 0.5 por ciento de los varones.” 

Faur enfatiza los vínculos entre menos derechos económicos y mayor vulnerabilidad a la violencia. “La participación de las mujeres en los niveles menos rentables de la actividad remunerada y la dificultad de acceso a espacios de toma de decisiones implica una limitación en la autonomía económica y en la toma de decisiones de las mujeres. Eso no deja de ser relevante a la hora de analizar su mayor vulnerabilidad física, en un contexto en el cual los femicidios y travesticidios siguen presentando escenas de enorme crueldad y escasas respuestas institucionales efectivas”. 

“El gobierno nos propone mirar la agenda de género separada de la agenda económica, cuando el reclamo feminista es exactamente el contrario”, resalta la economista Lucía Cirmi Obón, del Centro Interdisciplinario para el Estudio de las Políticas Públicas (CIEPP). Ella apunta: “Las brechas de género no se cierran solo con “aumentar la inclusión laboral/financiera” como dice el FMI y el gobierno, sino que se necesita una perspectiva más feminista de la economía y un Estado que no recorte. En Argentina entre los hogares pobres e indigentes hay mucha más presencia femenina que masculina. Este escenario es una situación que ocurre a nivel global y que tiene una relación directa con el cuidado. En nuestro país según la ENES (otra encuesta oficial), los hogares más pobres son los que tiene mayor tasa de dependencia, es decir mayor cantidad de niñes y abueles que dependen del ingreso y del cuidado de un adulte en edad laboral. Del trabajo de cuidado se terminan encargando mayoritariamente las mujeres, sin remuneración, protección o valoración social por ello. En los hogares más ricos las mujeres pueden pagar por otras mujeres que se encarguen. En los hogares más pobres, sin acceso a esa opción y sin alternativas de cuidado públicas, las responsabilidades de cuidado terminan ocupando el día completa sin posibilidad de generar otros ingresos o tener un trabajo parcial. Así las cosas, es lógico que las mujeres aparezcamos al fondo del tarro”. Y ella advierte: “Para romper con la feminización de la pobreza no solo se necesita distribuir mejor el cuidado con los varones sino mayor reconocimiento económico de la tarea y un Estado que ponga alternativas públicas para todos los tipos de familia”.

Fuente- Página 12 - Por Luciana Peker

LA VIOLACIÓN ES UNA PRÁCTICA CULTURAL

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Título original: Los violadores no son enfermos, la violación es una práctica cultural que se produce en todo el mundo.

En los últimos días se conocieron diversos casos de violaciones grupales en diferentes puntos del país que conmovieron a la Argentina. Para el médico psiquiatra Enrique Stola, se trata de una práctica en la que los hombres por lo general "se miran entre sí".


El experto, que es psiquiatra y psicólogo clínico y suele definirse como "feminista, activista político y de derechos humanos", actuó en varios casos de abuso como perito, intenta dar un marco a un fenómeno que, según su visión, "es una práctica cultural que se produce en todo el mundo".

"Los machos se miran entre sí, no les importa lo que sienta la mujer", afirma en diálogo con Infobae y agrega: "Sí les importa que haya humillación, aplaudirse entre sí, contarlo, que puedan volver a repetirlo porque es un ritual que lo fortalece a ellos como grupo".

-¿Desde qué momento, históricamente, se empieza a hablar de violación?

-Creo que es un término que cobra trascendencia gracias a las feministas en el mundo. En la década del '60 fueron las mujeres feministas, las compañeras norteamericanas las que hicieron visible cómo la violencia hacia las mujeres sucedía adentro de sus propias casas, y además hicieron visible lo que era el abuso sexual y la violación de las amas de casa, de las mujeres confinadas en sus casas para atender a la familia, ese gran proyecto de los monoteísmos, y del capitalismo. A partir de eso, de la revolución sexual, comienza a hacerse muy notable la violación como práctica sexual masculina y se comenzó a hablar de la cultura de la violación.

-Pero la violación no es pura y exclusivamente sexual.

-En la medida en que los varones hemos sido sociabilizados de tal forma que suponemos que tenemos que tener el control de todos los espacios y los cuerpos pasamos gran parte de nuestras vidas controlando cuerpos y violando sus espacios. Hay una inmensa cantidad de varones que, además de violar espacios con el control, violan cuerpos, de mujeres, de niños, niñas, y también de otros hombres.
¿Es una patología, un trastorno psicológico?
-No es una patología. Si lo fuera, a través de test podríamos hacer diagnóstico preventivo y decir: "es un abusador". Cuando se descubre un violador, porque es una mínima cantidad la que se descubre, se puede hacer una evaluación diagnóstica y se dice que no hay control en los impulsos, canaliza la angustia de esta forma, etcétera. Pero otra persona con ese mismo resultado en un psicodiagnóstico no es violador. No son enfermos y es una práctica cultural que se produce en todo el mundo.

 En la medida en que los varones hemos sido sociabilizados de tal forma que suponemos que tenemos que tener el control de todos los espacios y los cuerpos pasamos gran parte de nuestras vidas controlando cuerpos y violando sus espacios

-¿Episodios concretos?

-Los soldados, cuando avanzan sobre un territorio, saben que perjudicar a otros hombres es violando a las mujeres. Lo hicieron los yanquis, los rusos, en la guerra de los Balcanes, se siguen produciendo en todos los conflictos como método de tortura. Lo sufrieron las presas políticas en Argentina. La sociedad patriarcal nos produce como hombres, como mujeres y otros cuerpos disidentes LGTBIQ. Modela nuestro cerebro, enseña cómo son las jerarquías y cómo hay cuerpos privilegiados, que son los de los hombres, y cuerpos subordinados, que son los de las mujeres y los del movimiento LGTBIQ que son feminizados por el patriarcado.

-¿Cómo se expresa?
-En la socialización de cada varón, en la educación, en que los espacios y los poderes son gestionados por los varones. Hablamos de dominación masculina que viene desde hace mucho tiempo porque si tomamos la sociedad occidental y los cambios socioeconómicos, en el feudalismo, la dominación era masculina. En el capitalismo de estado era masculino, en el capitalismo de estado de bienestar era masculina, en los estados socialistas era masculina y en el neoliberalismo es masculina. Los hombres manejamos, gestionamos todos los espacios de poder.

-¿Y la socialización cómo opera?

-Una cantidad de hombres muy importantes en el mundo avanza en esa socialización y dice "estos cuerpos nos pertenecen totalmente y podemos hacer lo que se nos antoja". Entonces castigamos y nos divertimos. Puede ocurrir como ese violador solitario que hace unos meses atrás violó a una jovencita y dijo "para que aprenda a que no tiene que estar sola a estas horas de la noche".

 La sociedad patriarcal nos produce como hombres, como mujeres y otros cuerpos disidentes LGTBIQ. Modela nuestro cerebro, enseña cómo son las jerarquías y cómo hay cuerpos privilegiados, que son los de los hombres, y cuerpos subordinados, que son los de las mujeres y los del movimiento LGTBIQ que son feminizados por el patriarcado

-Aleccionando.

-Aleccionando, moralizando, como investigó Rita Segato y otras investigadoras feministas. Porque todo lo hemos aprendido gracias a ellas, no a los investigadores hombres. Hay otro tipo de violaciones, las correctivas, para "enseñarle" que se goza con la heterosexualidad obligatoria que existe en todo el mundo. Y violaciones como las que van detrás del comentario "ésta dice que no le gusta, pero bien que le gusta que nosotros estemos sobre ella". Mientras tanto, los machos se miran entre sí, no les importa lo que sienta la mujer. Sí les importa que haya humillación, aplaudirse entre sí, contarlo, que puedan volver a repetirlo porque es un ritual que lo fortalece a ellos como grupo.

-Rita Segato habla mucho de eso y de cómo la violación es un juego de machos entre machos.

-Exacto. Lo que pasa es que se da en la violación pero también en la práctica cultural cotidiana. Cuando vemos un grupo entre tres o cuatro hombres o dos en donde pasa una mujer y le dicen cualquier cosa, no les importa lo que siente la mujer, lo que importa es que el otro macho responda y se sonría. Y se sienta creativo y vivo como macho y ahí están demostrando su potencia ellos.

-¿En qué generación se empezará a desarmar esto?

-Por un lado se viene desarmando, gracias al amplio movimiento de mujeres y a los feminismos, y también a la lucha del movimiento LGTBIQ, porque eso produce resquebrajamiento y somos muchos los hombres que no adherimos a ese tipo de visión. Pero hacia las nuevas generaciones uno tiene que preguntarse ¿a quién beneficia que todo siga como está? Beneficia a los sectores que tienen el poder.

-¿Cuáles son esos sectores?

-Los que tienen el poder de la dominación masculina y sus instituciones, las religiosas, políticas, los diferentes tipos de iglesias, y en occidente a la iglesia católica con su poder político. Estas organizaciones de machos son las beneficiadas, que se oponen a la educación sexual integral, a que a niños y niñas puedan ponerle palabras a su crecimiento, a su cuerpo, y que puede generar nuevas configuraciones sociales y nuevas formas democráticas de estar con otros cuerpos y respetarlos.

-¿Esa ruptura puede empezar con la Ley de Educación Sexual Integral, que no se aplica?

– Con la aplicación de la Ley de Educación Sexual Integral y con la continuidad de lo que está produciendo el movimiento de mujeres. Hay algunos filósofos europeos que dicen que la revolución no es posible, algún filósofo especialista en Heggel que anda por Alemania. Esto lo puede decir gente que no tiene idea de lo que son los movimientos sociales, ni de lo que está produciendo el movimiento de mujeres en el mundo, que es un cambio revolucionario sin muertos, sin heridos. Están modificando las relaciones sociales, las formas de relacionarse entre hombres y mujeres y LGTBIQ.

-¿Cómo se puede graficar esa modificación?

-Los hombres no hemos cambiado haciendo cursos ni leyendo libros. Hemos cambiado históricamente porque las mujeres dijeron "no" y "basta".
 Lo que está produciendo el movimiento de mujeres en el mundo es un cambio revolucionario sin muertos y sin heridos

-¿Qué lugar tiene el punitivismo y qué pasa con la justicia en el caso de las violaciones?

-Está claro que el aumento de penas no sirve para nada. Supongamos que de cien violaciones y abusos sexuales, solamente se esclarecen cinco por ciento. Si aumentás las penas en ese cinco por ciento, no modifica el panorama. Solamente a muchos que piden ojo por ojo y diente por diente los deja tranquilos. El Poder Judicial, que es el más conservador en todos los países, lo que conserva es el poder masculino. Si bien se rige por las leyes que se producen en el Congreso, todavía seguimos eligiendo varones que son conservadores y machistas y mujeres, muchas de ellas absolutamente colonizadas por el patriarcado, que responden a esos patrones.

-¿Por ejemplo?

-A las compañeras feministas, los partidos, por más "progres" que parezcan, les dan muy poco espacio. Pero aún así necesitamos que haya más mujeres en el Congreso y en esta democracia que tenemos, y que se produzca mayor resquebrajamiento dentro del poder judicial porque es hegemónicamente machista pero hay algunos sectores que trabajan bien, que tienen una perspectiva de género y empatizan con la víctima y tratan de ajustarse a derecho. Lo que llamamos Justicia normalmente, que es hegemónicamente patriarcal, lo que hace es aplicar sus conceptos religiosos y su visión machista de lo que son las relaciones entre hombres y mujeres.

-¿Cómo ve el rol de los medios de comunicación en el tratamiento de los temas como la violación? ¿Existe la posibilidad de contagio?

-No creo que haya contagio, lo que creo es que las mujeres cada vez están más fortalecidas, y las víctimas tienen un contexto en donde se dan cuenta de que van a ser escuchadas por otras mujeres, y por organizaciones de mujeres. Hoy se atreven a denunciar más. Lo que pasa es que nos encontramos con un Poder Judicial que no ha cambiado lo que tiene que cambiar. Y no facilita que todas las mujeres que han denunciado y que vienen denunciando en las redes sociales se acerquen al poder judicial y denuncien.

-¿Por qué?

-Porque el acceso a la Justicia por parte de las mujeres está limitadísimo. Si sos de clase media alta o clase alta, podés pagar un buen abogado y tenés necesidades básicas satisfechas, podés acceder mucho más rápidamente. Pero aquellas que son de otro sector social, no. O sea: hay un problema de clase, hay un problema de racismo, hay varios problemas que impiden a las mujeres acceder a la Justicia.
 Los hombres no hemos cambiado haciendo cursos ni leyendo libros. Hemos cambiado históricamente porque las mujeres dijeron ‘no’ y ‘basta’

-El punitivismo en sí mismo no mejora la condición de lo que está pasando.

-No mejora la condición, pero no tengo muy claro debería estudiar un poco más el tema. Pero me parece que la punición que hay al acoso callejero es súper suave, casi un tirón de orejas y un llamado de atención. Eso no le va a joder la vida a nadie.
-Nadie va a dejar de instrumentar el acoso callejero por la pena que se le va a aplicar.
-Más bien pienso que es un llamado de atención que instala el tema. Pero, sobre todo, las mujeres se sienten con mayor empoderamiento, saben que eso está mal y que hay una legislación que las protege, pero además, los machos saben que ya no pueden acosar impunemente.

-¿Algún momento que recuerde en torno a ese debate?

-Cuando surge la primera manifestación de Ni una menos y los debates que se daban, estábamos hablando en varios programas sobre los asesinatos machistas y saltaba el tema del piropo. Yo me preguntaba: ¿por qué razón pasarán de ahí al piropo? Y me sorprendía en que algunos periodistas de distintas ideologías coincidían en que"una palabra agradable no la tiene que ofender a una mujer". Ahí me di cuenta cómo el piropo y el acoso callejero es un instrumento de control de los varones.

-Es una violación, también.

-Claro, como lo ejercían en el espacio público que era masculino y se daban cuenta de que ya no iban a poder circular impunemente como jueces que dicen cualquier idiotez sobre la mujer. Lo pueden hacer pero como pasó en Tucumán que una jovencita paró su bicicleta frente a un taxista y le dijo "chabón, repetí lo que estás diciendo". Estos tipos que circulan impunemente le tienen pánico al ridículo, son muy machos en la medida en que el cuerpo está sometido, pero si pierden un poco de poder, se asustan.

Fuente: infobae - Por Gisela Marziotta

LA VIOLACIÓN ES UN ACTO DE PODER Y DOMINACIÓN

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Rita Segato, antropóloga especialista en temáticas de género, propone repensar la violencia de género y la violencia sexual como parte de un conjunto de relaciones de poder. Un análisis polémico, duro y complejo sobre los violadores, sobre la sociedad patriarcal y sobre una estructura de derecho que sigue pensando a la justicia sin vincularla a las relaciones sociales de dominación.





Durante los últimos días, la sociedad se ha conmocionado por la violación y el femicidio de Micaela García. ¿Cuál es su primera impresión sobre este caso tan dramático?

Debo decirle que este caso tan terrible forma parte de una secuencia de femicidios y de agresiones. La escalada tanto en número como en formas de crueldad es impactante. La forma en que se está tratando a las mujeres es realmente terrible y produce una gran inseguridad. Esto lo he repetido muchísimas veces: mi hija no puede tener hoy la libertad de circulación que yo tuve, hace años, cuando era joven. Este es un mundo en el que todo le indica a la mujer que su libertad de circulación, y su misma libertad de existir, está comprometida.

¿Y cuál es la causa de este fenómeno?

Creo que hay varias razones. La primera es que la violencia contra las mujeres, de la forma letal en la que la estamos presenciando en la Argentina, es un síntoma de un momento del mundo y, sobre todo, de nuestras sociedades. Al referirme a esta época suelo utilizar el concepto de “dueñiedad”. Este concepto excede al de desigualdad, porque marca la existencia de figuras que son dueñas de la vida y de la muerte. Esto, evidentemente, irrumpe en la realidad, en el inconsciente colectivo, en la manera en que los hombres que obedecen a un mandato de masculinidad (que es un mandato de potencia), y en la forma en la que realizan y prueban su potencia mediante el cuerpo de las mujeres. El sistema, por tanto, no se explica solamente en la relación entre hombres y mujeres sino en esta situación tan particular. En América Latina, el contexto es particularmente hostil para las mujeres que viven, como decía, un momento de especial inseguridad. Es evidente que en el mundo entero existen problemas de género, pero en nuestro continente -cada vez más controlado por formas paraestatales de control social no regidas exactamente por la ley- la vulnerabilidad de las mujeres es mayor.

Durante estos días, el debate periodístico y social ha girado también en torno a la cuestión jurídica. Se puso de manifiesto la mala praxis de un juez que seguramente va a recibir una sanción porque desoyó recomendaciones que le desaconsejaban tomar la medida que tomó, la libertad anticipada del asesino de Micaela. Pero también hay un aspecto que no es jurídico, y que quizás usted nos puede ayudar a entender: ¿qué se hace con una persona que comete este tipo de crímenes? Porque, de hecho, si no salía en libertad a los cuatro años, hubiera salido a los siete o a los nueve.

En principio, considero que es obligatorio y es un acto de fe indispensable para la historia, pensar que todo ser humano puede cambiar. Es muy difícil a veces, y en el caso de la violencia sexual, más aún. Pero es un principio ético fundamental pensar que revisar actos y desinstalar chips de programación que nos hacen actuar de una determinada forma que hace daño al mundo, es posible. Esa desinstalación de la conducta puede ser efectuada por todo ser humano. Ahora bien, para lograrlo es necesario dar las condiciones que permitan hacerlo. Un sistema de justicia que piensa que la cárcel es la solución para los problemas es un sistema absurdo. La amenaza de la sentencia no causa comportamiento y no modifica comportamiento. La ley tiene que persuadir y disuadir. Y el trabajo de rehabilitación de cualquier ser humano requiere tiempo, porque la vida es cambio y el cambio es tiempo tanto en la historia individual como en la historia colectiva. En este sentido, planteo que debe haber condiciones para un cambio para mejor y no para peor. Ese es un punto de partida: las personas pueden ser mejores de lo que son.

Por otra parte, creo que existe un error de magnitud. Yo, por ejemplo, a la figura de Eugenio Raúl Zaffaroni la respeto mucho, lo considero un amigo y tengo un gran respeto académico e intelectual por él. Sin embargo, creo que comete un error importante al entender los crímenes sexuales, porque éstos no son similares ni equiparables al resto. El crimen sexual es un crimen del poder. Y eso en la cabeza de una persona formateada por el Derecho, no entra. Porque el juez Carlos Alfredo Rossi, al igual que el juez Axel López, han sido formados en una fe ciudadana que está equivocada. La mujer, y esto es fáctico, no es un ciudadano igual que el hombre. En tal sentido, la ley no puede ser aplicada de la misma forma. Tiene que haber una adaptación de la aplicación de la ley a un campo distinto que es el campo del poder. Debe entenderse que es un error hablar de crímenes sexuales: son crímenes del poder, de la dominación, de la punición. El violador es el sujeto más moral de todos. En el acto de la violación él está moralizando a la víctima. Yo he trabajado años entrevistando violadores. Los abogados, los jueces, no están formados, no tienen educación suficiente como para entender qué es un crimen sexual.

“El crimen sexual no es del mismo tipo que los otros: es moralizador, castigador”

La pregunta es qué se hace entonces con un violador.

Con un violador, no. Con la sociedad. Hay infinitas formas de violar. Esto que sucedió con Micaela, como con Lucía, son ataques a la sociedad y a la vida en el cuerpo de una mujer. Entonces el problema no es el de un hombre y una mujer. O el de un violador como un ser anómalo, como un ser solitario. Ese es un error que ya el pensamiento feminista eliminó hace muchísimo tiempo. El violador no es un ser anómalo. En él irrumpe un contenido y determinados valores que están presentes en toda la sociedad. Cuando eso sucede nos espantamos y transformamos al violador en un chivo expiatorio, pero él en realidad fue el actor, el protagonista de una acción de toda la sociedad. Por lo tanto, no es con la cárcel y mucho menos con la castración química con la que se resuelven este tipo de situaciones. Y no es así, porque la violación no es un hecho genital sino un hecho del poder. La violación puede realizarse en forma genital pero puede realizarse de muchas otras maneras. Existen diversas modalidades de agresión -algunas no son crímenes siquiera- que también constituyen violaciones. Sin un cambio de esta atmósfera de poder en la que vivimos, el problema no va a desaparecer. Los Estados Unidos son uno de los países con penas más severas contra las violaciones y la incidencia de las violaciones es máxima. La violación, por ende, constituye una problemática social y no la conducta de un criminal “raro”. Por lo tanto, yo lo siento mucho, pero no te puedo dar una receta fácil. Lo que sé es que ni la cárcel, ni la castración química, ni la pena de muerte, ni la cadena perpetua resuelven el problema.

¿Hay alguna experiencia concreta que resulte interesante y que trabaje en estos aspectos?

América Latina y Europa son, evidentemente, muy distintas. Nuestro continente está muy comprometido debido a una suspensión de la institucionalidad que se verifica en países como México, Guatemala y Honduras pero que está avanzando hacia el sur. Nuestro continente, contrariamente a lo que pareciera porque no hay guerras declaradas en él, es el más violento del mundo en términos de homicidios. Eso se refleja en una falta de regulación de las ansiedades y de las aspiraciones de omnipotencia de algunas personas más vulnerables. El violador es el sujeto más vulnerable, más castrado de todos, que se rinde a un mandato de masculinidad que le exige un gesto extremo, un gesto aniquilador de otro ser, para poder verse como un hombre, para poder sentirse potente y verse al espejo y pensar que merece el título de la hombría. Es un tema que merece estudiarse mucho más. Resulta indispensable dialogar sobre el concepto mismo de violación, discutir sobre las agresiones sexuales, reflexionar sobre la agresión íntima en el mundo de las relaciones íntimas. Es preciso pensar que implica y que es una agresión anónima como ésta, de calle, como la que sucedió con Micaela. Pensar, de hecho, en la violación como un arma y una estrategia de guerra, en un mundo en el que las guerras se han vuelto informales. No existen recetas fáciles que puedan prescindir de estos análisis.

Usted entrevistó a muchos violadores en Brasil. ¿Qué dicen ellos?

Efectivamente, durante mucho tiempo he entrevistado a violadores en condiciones de diván psicoanalítico con equipos de estudiantes mujeres y hombres. Mis entrevistas se produjeron siempre después de que sus sentencias estuvieron cerradas, por lo que ellos que sabían que nada de lo que dijeran serviría para perjudicarlos, pero tampoco nada los beneficiaría en términos judiciales, de modo que era inútil cualquier intento de convencernos de su inocencia. De esa manera hacer una investigación profunda. Y a partir de eso resaltaría tres cosas. La primera, el acto de la violación atraviesa al violador. No le es totalmente inteligible lo que lo lleva a hacer eso. Segundo, es un acto de moralización: él siente y afirma que está castigando a la mujer violada, a su víctima, por algún comportamiento que él siente como un desvío, un desacato a una ley patriarcal. Por ende, él es un castigador, él no siente que actuó contra la ley, sino a favor de una ley que es una ley moral. Eso es, evidente, muy raro y provoca perplejidad. Finalmente, y en tercer lugar, el violador nunca está solo. Aunque actúe solo, está en un proceso de diálogo con sus modelos de masculinidad, con figuras como su primo más fuerte, o su hermano mayor. Está demostrándole algo a alguien (a otro hombre) y al mundo a través de ese otro hombre.

“El violador no siente que actuó contra la ley, sino a favor de una ley moral”

Por lo tanto, diría que hay dos ejes en la relación de la violación: uno es el eje moralizador, castigador, punitivo, con relación a la víctima. Y el otro es un eje de exhibicionismo indispensable, del violador frente a los otros hombres que son sus “otros” significativos. La gran dificultad de la sociedad es comprender que la violación no es un acto utilitario, no es el robo de un servicio sexual. Hay violaciones de mujeres de 70 u 80 años. No es un acto erótico. Y es muy difícil de entender. Todos los grandes juristas, los grandes conocedores de la ley, no consiguen desvincular el acto de la violación de la intimidad, del erotismo, del deseo. No es un deseo sexual, es un deseo de dominación, de poder. Que en nuestro mundo está muy entreverado. Hay una gran impregnación de la sexualidad por el deseo de dominación y por aspectos de poder, pero el interés del violador es la potencia y la exhibición de esa potencia frente a otros hombres, para valer frente a ellos como un “verdadero hombre”. Esto es lo que les escuché a los violadores. No de esta manera, por supuesto. Debe comprenderse que el acto de la violación es un acto expresivo, es un tipo de crimen que enuncia algo, es un crimen que le dice algo al otro, pero no es un crimen instrumental, utilitario. No es como matar a alguien para robarle, por venganza, o por encargo como el caso de los pistoleros contratados. No tiene una utilidad. Por eso creo que la mejor forma de describirlo es como un crimen de poder, de dominación. En el acto de violación hay una libido dirigida no al deseo ni al cuerpo de la víctima sino al poder. Hay que corregir, por tanto, el sentido común, el imaginario colectivo sobre este tema.

Crédito: Esta entrevista fue realizada en el programa La inmensa minoría (Se publica por gentileza de Radio Con Vos).



Fuente: Diario femenino/ La Vanguardia



EL MACHISMO BUSCA QUE TENGAS MIEDO

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El machismo busca callarte y que tengas miedo”, relata sobre el juicio de Juan Darthes que tuvo que enfrentar por daños y perjuicios. Ella denunció el machismo en la televisión y siente que el feminismo es su hogar. Volvió a trabajar en la televisión después de cinco años de proscripción tácita, en una novela que interpela sobre el amor y la violencia de género. Calu Rivero está segura, no se calla más.





La presencia de Calu Rivero en la pantalla no la muestra solo a ella, sino, la fuerza del feminismo que también irrumpió en la pantalla con la novela Campanas en la noche, por Telefe. A pesar que el programa fue amenazado con un boicot arengado por los grupos anti derechos, tuvo un muy buen arranque con 11 puntos de rating. “Es otro el escenario”, define Calu. Hace seis años sufrió machismo en la televisión cuando grababa Dulce amor. Durante cinco años no pudo trabajar. Se sintió completamente desdibujada. La respuesta a la pregunta “¿Quién soy?” no arrojaba respuestas, sino miedos. Pero se animó a viajar sola y a hacerse más preguntas. Hasta que llego la respuesta: “una mujer digna” y no una, sino muchas, muchas que son todas. Marchó el 8 de marzo del 2018 en el Paro Internacional de Mujeres y se envalentonó por los abrazos que la alentaban a no bajar los brazos. Los brazos en los que sostenía la consigna “No es no y no me hace una chica caprichosa”.  

Además de la novela quiere filmar una película con su mamá, Rita Martínez, para no esperar que le escriban las historias que quieren contar y confiar en el poder de su propia mirada. También va a sacar un libro con Editorial Planeta, en marzo, con fotos, textos, historias y un recorrido que ya no es lineal. “Se va a mostrar mi parte más real, más genuina, sin intermediarios”, cuenta. Y el cielo encapotado de Buenos Aires, en un verano de agua endemoniada, no la amilana entre los gritos de las chicas que la alientan y de un micro escolar que abre sus puertas en receso con varones que gritan mientras los graffitis muestran todas las formas de decir qué hay en disputa. “No entienden nada”, dice. Y sonríe. Porque el cambio nunca deja todas las batallas ganadas. Pero la calle es parte de una pulseada que no se gana a las escondidas, sino con una visibilidad que –con todos los embates– la muestra a ella como parte de las que ya no quieren desdibujarse ni esconderse de nada. 

–¿Qué sentís después de la denuncia de Thelma Fardin? ¿Qué le dirías a ella?

–Lo peor ya pasó. Es importante saber que no hay nada peor que lo que ya viviste y que no estás sola. 

–¿Te parece importante haber hablado para que otras puedan hablar hasta llegar a la denuncia de Thelma sobre Juan Darthes?

Yo registraba que él no registraba el límite, que no me escuchaba cuando le decía “no es no” e identificaba que me hacía un mal físico que no lo podía explicar. En mi cabeza no existía que haya llegado a hacer lo que cuenta Thelma en su denuncia. Es fuerte que salió todo esto después de hablar. Hay personas que están encubiertas y temas que están invisibilizados. Agradezco mucho y valoro mucho que se acompañe la denuncia. Es importante estar unidas. Lo más importante es que él no lo hace más y muchos no lo van a hacer más. 

–¿Qué balance hacés después de tanta vorágine ante no sólo hablar sino ser denunciada por contar tu experiencia?

–Es impactante resaltar todo lo que paso en tan poco tiempo. Me vi juzgada en situaciones muy injustas y si bien sentía, muy adentro mío, que en algún momento la verdad iba a buscar la luz paso todo tan rápido que terminó siendo una sorpresa inesperada. Viví todo lo que paso desde que Thelma habló como a una chica que le estaba pasando algo, pero sin poder creerlo, sobre todo cuando me pidieron disculpas. Llegué más lejos de lo que creí que podía llegar. Nadie se imaginó que íbamos a llegar tan lejos y nos íbamos a unir, cambiar, activar empatía y escucha. Hubo un cambio en la Argentina ante este caso. No hay lugar donde no se hable del tema y del rol de la mujer hoy. Se desató algo que queremos que pase. Las marchas de Ni Una Menos lo vienen haciendo y dijimos “basta”.

–¿Cómo fue que decidiste hablar por primera vez?

Desde la inconsciencia o la valentía lo decidí contar porque yo no lo aguantaba más adentro mío. Yo sentí que algo no estaba bien, que una persona no ponía un límite y que yo no lo iba a aceptar porque soy una persona digna. Era impensado que se desate todo esto. Es muy fuerte que como sociedad podamos pensar. 

–Hay sectores que reaccionan contra las denuncias por violencia machista. ¿Cómo tomás esas expresiones descalificativas?

–Siempre le voy a dar más importancia a la gente que hizo el click que a la gente que no. A la gente que no entiendo, creo incluso, que les falta amor. Yo siempre voy a estar del lado de la gente que cree y que quiere que esto no le pase a ninguna mujer ni hombre más. Si bien la sociedad está violenta porque se ve cuestionada e interpelada hay que pasar el momento para llegar a un lugar de entendimiento y armonía. Los cambios se hacen con amor.

–Vos te fuiste de la novela Dulce amor y decían que te ibas a estudiar inglés y que eras engreída. No agachaste la cabeza. Decidiste hablar. Y participaste de la marcha del 8 de marzo. ¿Cómo fuiste decidiendo subir los escalones en la apuesta contra la violencia machista?

–Yo creo que fue una decisión muy interna mía de decir “a la mierda”. ¿Por qué dejo de ir a una marcha de Ni Una Menos porque me van a decir que soy de este partido o del otro? ¿Por qué voy a dejar de hablar porque la gente va a pensar que lo hago por fama? ¡Basta! Decidí empezar a vivir la vida que yo quiero vivir y de la manera en la que yo quiero vivir. Es la única manera de sembrar algo porque sino somos títeres de lo que la gente espera. Y cuando la gente pensaba que yo la estaba pasando mejor, en un programa de súper éxito, peor la estaba pasando. Por supuesto, la gente no quería que yo deje ese personaje, los productores querían que siga generando ese éxito, todo un sistema quería que siga ahí. Y en un momento tuve que priorizar mi dignidad y decir “hasta acá aguanto. No me interesa todo esto”. Por eso, cuando hablo con Catalina Dlugi, por primera vez sobre lo que me había pasado, que ni siquiera lo tenía pensado, porque era una bomba que en cualquier momento iba a salir, decido ir a la marcha del 8 de marzo e ir a ver a Thelma cuando contó su verdad públicamente, son momentos en donde decidí lo que quería ser sin importar lo que pase. Por no ser fiel a lo que quería hice cosas que no quería. ¿Tendría que haber hablado antes? Sí. Pero no quería traer problemas a la productora. Y el callar enferma y hablar sana. Te das cuenta de que no estás sola, te das cuenta que hay gente que te puede ayudar.

–¿Marchar con el feminismo el 8 de marzo te sacó de un lugar singular y sentirte parte de un movimiento colectivo?

–Cuando fui a la marcha me salí de mí. Por eso es tan importante hablar. Porque lo sacas de tu cabeza, donde es enorme, y lo haces de todas. Cuando lo compartís con las mujeres te das cuenta que te dicen “me pasó algo parecido”. Ahí lo haces una lucha de todas. Sentí que el feminismo era mi segundo hogar y que lograba borrar los comentarios que me habían hecho tanto daño. Me salí de mí para ser todas. Es una lucha de todas. Está buenísimo que se hable y se escuche. De golpe estas en el supermercado y vine una señora y te dice “sufrí un abuso de chica”. Pero es importante leer de feminismo, ir a charlas y a marchas. No lo entendés hasta que sos parte. 

–¿Te sentís parte de la pluralidad del feminismo?

–Sí. Yo me siento una más. Por ejemplo, fue increíble el recital de Tita Print en Casa Brandon y poder leer con ella. Yo soy una persona que nació en un pueblo chiquito, en Recreo, en Catamarca y que se formó en Córdoba y vino a Buenos Aires para actuar. Hay que involucrarse en espacios desde la música y la lectura. Nos estamos moviendo. Tal vez en la televisión no se veía pero está sucediendo en lo social. 

–¿La televisión era o es el ámbito de mayor resistencia a los cambios de género?

–Costó mucho, pero se habló y se mostró. Dejaron de poner el graph de “la catarsis de Calu Rivero”. Y no era una catarsis. Pero hay que poner el foco a lo que está bien y a las que hace tanto años pelean para que esto cambie, no a lo malo. 

–No todas las personas deciden o necesitan lo mismo, ni sienten las reparaciones de la misma manera. Vos siempre dijiste que las disculpas te importaban. Y después de la denuncia de Thelma varios actores (Sebastián Estevanez, Florencia Vigna, Mariano Martínez, etc.) te pidieron disculpas. ¿Cómo viviste las disculpas en un sentido personal y social?

–Las disculpas cuando son reales y sentidas son actos que nos engrandecen como sociedad. Es tanto el daño que a una le causo ver que tal persona lo avalaba que solo quiero que las disculpas sean reales y que esto no se haga más. Después de lo de Thelma yo quiero que ella no sufra más, que sane y que nadie más lo viva. El tema es que no vuelva a pasar. Antes de juzgar hay que ponerse en los zapatos de la otra persona. Hay que ser más consciente del dolor ajeno y escuchar a la mujer. Queremos tener los mismos derechos, ir tranquilas a trabajar, movernos tranquilas por la calle. 

–El decía “que esto se aclare en la Justicia”, pero te demandó a vos en una causa que no está cerrada y en la que no estaban en discusión los hechos que vos denunciabas. ¿Cómo fue tu decisión de enfrentar esa causa judicial?

–Yo fui a Tribunales y tuve que ponerle el cuerpo a algo que sufrí y él no fue. Yo tuve que pedir el día de mi trabajo para poder ir, poner los abogados, es todo un movimiento. Es indignante e injusto. ¿Hasta dónde vamos a seguir siendo nosotras las que vamos a pagar por todo esto que no lo buscamos? Me hace un juicio por daños y perjuicios. Nada va a determinar que es culpable o inocente. La Justicia va definir si le hicimos daño o no. Porque lo mío está prescripto. El ni siquiera fue. No le interesaba que la justicia defina, sino callarme. Pero lo que buscan es asustarte. Porque te asusta que te lleguen cartas, poner abogados, que te llamen a mediación. Si las mujeres contaran con abogados y apoyo psicológico hablarían más. Nos cuesta hablar porque el machismo mete miedo. Pero el tiempo acomoda las cosas. En la ola gigante no ves más que la ola que se te viene encima y hay que atravesarlo. Pero también la Justicia tiene que dar soluciones. No es un lugar cómodo para ninguna mujer exponerse a decir estas cosas porque es volver a revivir todo. Ahora tiene que cambiar desde otro lado. 

¿Cómo vivís, después de sentirte desdibujada, volver a protagonizar una novela en Telefe como un emblema de una mujer empoderada en Campanas en la noche?

–En las grabaciones estaba feliz y cuando llegó el momento de la presentación de Campanas en la noche me dieron el micrófono para darle la bienvenida al programa. Ahí me cayó la ficha de todos los años que no estaba ahí, en ese lugar...

–Sin tener voz...

–Me empezó a latir el corazón que no lo podía manejar. Le tuve que decir a Esteban (Lamothe), coprotagonista de la novela, “tocame el corazón” porque no lo podía creer. Fui consciente de que volví y que volví digna. Me siento entera y eso es lo más hermoso. Fueron cinco años muy angustiantes, de los 24 a los 31 años, estaba desdibujada, no sabía quién era, no sabía si era actriz, estaba ensimismada en el dolor.

–¿Cómo es el personaje de Campanas en la noche?

–Es una víctima de violencia de género pero lo que más me interesó de ponerle el cuerpo al personaje de Luciana es que se cuenta cómo la pueden hacer mierda y todo el proceso que lleva salir de la oscuridad. A veces no se puede pegar el grito de “basta”. Es interesante que se cuenta lo difícil que es hasta que se hace click. Y entender que lo que vivía no es amor, sino control y manipulación. En la sociedad en la que estamos viviendo hoy matan, violan, manipulan. Por eso la novela interpela. 

–¿Cómo ves los cambios generacionales y los cambios con tu propia mamá (Rita Martínez) y tu hermana (Mariou Rivero)?

–El diálogo cambia el diálogo. En la dictadura se decía “el silencio es salud” y hoy estamos con mi madre con toda la energía en hacer una película con un guión que ya escribimos para contar otro tipo de personajes. A mí sólo me daban personajes de la chica sexy y atrevida. Antes no era consciente y ahora sí. Hicimos una unión creativa con mi madre. Y nos preguntamos: “¿Si somos power por qué vamos a esperar que ese personaje venga? A la mierda con todo, no voy a esperar que llegue ese guión, lo voy a hacer para mostrar nuestra sensibilidad, inteligencia, contar las historias que queremos contar, de la manera que queremos contar”. Con mi hermana socióloga tenemos conversaciones muy hermosas. Y lo mejor que nos pasó es que se generaron otras conversaciones más profundas. La revolución de los hijos viene con otra cabeza: que se puede gustar de quien se quiera gustar, vestirse como se quiere vestir y lo mejor es que las niñas no entienden el maltrato.

fuente: Página 12 - Por Luciana Peker

MAPA DIGITAL DE ACOSOS Y ABUSOS

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Pensando en cómo combatir el acoso y el abuso en la ciudad de Cipolletti, estudiantes de la carrera de Criminología de la Universidad Nacional de Río Negro (UNRN) lanzaron un proyecto para registrara esta clase de situaciones: el Mapa Interactivo del Acoso y Abuso (MIAA).



Lo crearon en La Plata dos arquitectas interesadas en saber cómo estaba planificada la ciudad bonaerense desde esta perspectiva. Luego esta experiencia se replicó en Santa Fe y desde hace dos meses se puso en marcha en Cipolletti, adaptada a la ciudad por las tres estudiantes.

El proyecto fue lanzado en la sede de la UNRN Cipolletti. “Apenas lo pusimos online la respuesta de la gente fue inmediata”, cuenta sorprendida Marcia Muñoz, una de las impulsoras. La estudiante asegura que junto a otras dos compañeras compartían la inquietud e interés de trabajar sobre temas relacionados a la perspectiva de género y que cuando supieron de MIAA enseguida sintieron que era su gran oportunidad.

“A los pocos minutos de haber puesto el sitio web en funcionamiento tuvimos muchas respuesta. No lo podías creer”, cuenta Marcia aún asombrada.
La propuesta llegó a sus oídos de casualidad. “Un amigo nos contactó con las arquitectas de La Plata. Y cuando nos comunicamos con ellas supimos que hablábamos un mismo idioma. Fue muy loco”, asegura la estudiante de Criminología.

Un año después que esta propuesta fue lanzada en La Plata llegó a Cipolletti de la mano de las tres estudiantes de la UNRN. Jamás creyeron que iba a tener tan buena receptividad en la ciudadanía y que a poco de haberlo puesto on line iban a cosechar tantos relatos. “Fue increíble cómo empezaron a sumarse relatos de todo tipo e incluso muchos nos llamaron la atención porque desterraban eso que uno siempre cree, como que el acoso ocurre de noche y en zonas alejadas. Todo lo contrario porque hemos registrado que la mayoría de los casos ocurren a plena luz del día en el centro cipoleño”, explicó.

Dos etapas

Tras haber puesto en marcha el proyecto se registraron dos etapas. Según cuentan sus impulsoras, en la primera quedaron registrados relatos sobre el acoso callejero o situaciones ocurridas en la vía pública. En la segunda, muchas mujeres se animaron, por primera vez, a contar que habían sido víctimas de abuso.

“Lo que surgió instantáneamente de los relatos fue mucho sobre acoso callejero. Contaban que pasaban por obras y que les gritaban algo. Suele tratarse de miradas o piropos. Eso era lo más común. Y después, en un segundo momento, tuvimos más relatos sobre espacios de acceso privado como casas, boliches, consultorios –obstétrico/ kinesiológicos–, en donde contaban hechos de tocamientos indebidos”, afirmó Marcia.

La estudiante indicó que muchas veces quienes llenan la encuesta hacen referencia a que no han sido víctimas de una sola situación, sino de varias. Pero siempre recomiendan que denuncien aquella que más les impactó, que quedó registrada en su memoria y que aún recordándola nuevamente les incomode.

Naturalizado

El principal objetivo del proyecto es poder visibilizar lo que ocurre en la ciudad, lo que muchas mujeres atraviesan a diario y que no tienen a quién contárselo, ni dónde denunciarlo.

Un segundo paso será poder realizar estadísticas y así proponer un plan de políticas públicas al municipio. Pero ahora se encuentra en la primera etapa donde están recabando toda la mayor cantidad de información posible.

“Lo bueno es visibilizar esto. En la calle está naturalizado. Muchos de los relatos coinciden en que cuando se les pregunta qué sensación tuviste sobre lo que les pasó, nos escriben: ‘Nada, me pasa siempre’. Esto nos da la pauta que todas tenemos muy naturalizado estas situaciones”, subrayó la futura criminóloga.

A su vez, señaló que el mapa dejó a la luz cómo interpela a las mujeres por mucho tiempo haber sido víctima de acoso. “Lo paradójico es que es muy efímero el acoso, pero en nuestra memoria queda plasmado. El mapa sirvió mucho para visibilizar. Hay relatos de hace 10 años y recuerdan lo que les pasó como si fuera hoy y hasta les incomoda pasar por ahí, evitan ciertos lugares. Y hasta pasa que modifican su conducta, dejan de tomar ciertos transportes públicos por lo que les pasó y buscan diferentes estrategias para evitar estas situaciones”, aclaró Marcia.

¿Querés contar lo que te pasó? Podés hacerlo ingresando al mapa interactivo que vas a encontrar en la página oficial del
proyecto: miaacipolletti.wixsite.com/miaacipolletti o directamente en Facebook en la cuenta MIAA Cipolletti. Toda la información brindada se hace de manera anónima y lo que se busca es recabar información sobre situaciones de acoso y abuso para proponer estrategias que ayuden a desterrar esta realidad. 
Fuente: Diario Jornada

Documental sobre los crimenes de las turistas francesas en Salta Subti...

EL ESTADO IMPOTENTE

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Después de un diciembre en el que la escucha sobre la violencia sexual fue amplificada masivamente, el primer día del año empezó con tres violaciones en banda en distintos lugares del país y dos femicidios. Desde el 1 de enero los nombres de las asesinadas no han hecho más que acumularse y en paralelo, en Jujuy, una niña violada y embarazada de 12 años se convirtió en el campo de batalla de los fundamentalismos religiosos que quisieron impedir que se le realizara un aborto legal. Esta concurrencia de la crueldad misógina parece amparada por un Estado que ritualiza la respuesta a las mujeres que victimizadas -medidas de restricción, botón antipánico y poco más- y que ha sido incapaz de utilizar las herramientas que ya tiene -Educación Sexual Integral, Ley de Salud Sexual y Reproductiva, entre otras- para la prevención de las violencias machistas. ¿Qué clase de protección ofrecen los botones antipánico? ¿Siempre se impone la criminalización de las que se defienden? ¿Hasta cuando niñas, mujeres y personas gestantes serán rehenes de la clandestinidad del aborto?








No es un ritmo nuevo, estamos acostumbradas a decir que una mujer o una travesti es asesinada cada 30 horas; la estadística se acelera a veces, este enero que no terminó hay una semana que tiene anotados siete femicidios. Una niña, dos profesionales, una empleada, otras ocupadas en el trabajo no pago del encierro doméstico. La constante es el género que encarnaban. La constante, también, es la crueldad que se les impuso hasta la muerte; la crueldad como lenguaje, como código común y aleccionador sobre cuerpos cuyo valor es de uso, descarte y ejemplo: la niña abusada en Jujuy y todos los discursos que se sobreimprimieron sobre su cuerpo y su deseo serán fantasma del desmesurado porcentaje de niñas que son abusadas y obligadas a gestar. Ese territorio escaso sobre el que se disputó otra vez la palabra vida, puesta a funcionar para abastecer a “una familia importante” como antes ella sirvió a un vecino mayor, es pasto quemado ahora que el feto no fue viable y sirve para alentar y describir la nueva teoría de los dos demonios que juegan una supuesta guerra de la que quedan expulsadas las mayorías, esas que prefieren dejar de lado la grieta del aborto porque el hambre arrecia, porque el neoliberalismo expropia recursos, vidas y tiempo. Como la clandestinidad del aborto, como el ordenamiento moralista, racista, clasista de la importancia de unos sobre otras. Desde Jujuy, el gobernador salomónico, el que ordena que se haga el aborto y dice que unas le pedían que “mate al bebe” y otros que no cumpla con el protocolo de interrupción legal del embarazo, da su clase, pone en juego su pedagogía, no ahorra crueldad porque la crueldad es la que cuenta cuando hay tan poco de todo. De comida en la mesa, de imaginación de futuro, de autonomía para las decisiones vitales, de experimentación y disfrute del deseo; tan poco y lo que hay, castigado. 

El ritmo de femicidios parece acelerarse este enero, aun cuando las estadísticas históricas digan que la constante se mantiene. Pero la sensibilidad social es otra, se viene construyendo desde hace años pero en los últimos el hartazgo frente a la claridad de que la violencia machista es política se convirtió en masivo y son pocas las que quedan fuera de este convencimiento de que estamos frente a una violencia que es instrumental - para mantener el estado de cosas en el que las mujeres y los varones estamos en compartimientos estancos y modelades por las exigencias del modo de producción capitalista- y que también es política. Porque organiza no sólo un modo interpersonal de relacionarse si no jerarquías entre los cuerpos, acceso al poder, a las decisiones cotidianas y las macropolíticas; organiza un modo de distribución del trabajo y también del acceso a los recursos. Es política porque esa constante de las estadísticas habla de un modo particular de disciplinamiento sobre todos los cuerpos y las experiencias rebeldes, disidentes, deseantes. 

No importa entonces si son más que el año pasado las asesinadas, importa que sean asesinadas y que aun cuando masivamente se dijo ¡basta! y la memoria feminista sea capaz de abrazar a las muertas que considera propias, prácticamente nada haya cambiado: el Estado parece inerme frente a la pandemia de la violencia machista. Su respuesta es menos que insuficiente: medidas de restricción, botones antipático -de todo, además, poco-, algunos refugios para el momento de la emergencia extrema y la redacción de grandes promesas no cumplidas. Claro, también el aliento a los sectores moralizadores de los fundamentalismos religiosos para que expandan el terror, para que tergiversen en muchos casos la Educación Sexual Integral, para que digan lo que no se puede decir desde el Estado; por traer un recordatorio a la mesa: los fondos para la fundación de Abel Albino para que luche contra la desnutrición cuando considera a la pobreza como una enfermedad y a la sexualidad libre como un engaño del demonio.

El Estado es responsable de amparar la crueldad y se aprovecha de esa crueldad para generar mayor disciplinamiento. Los femicidios que contamos en tiempo real porque los sacamos a fuerza de movilización y generalización de la conciencia feminista del armario de los crímenes pasionales, de las reyertas del morbo y el discurso del amor extremo y romántico se cuentan al mismo tiempo que se institucionaliza cada vez más el gatillo fácil y que nos empobrecemos todos y todas al punto de temer sobre la capacidad de supervivencia de cada quien. 

Diciembre no tuvo su estallido frente a la brutalidad del ajuste, el aumento de tarifas, una inflación que supera cualquier índice en los últimos 27 años; tuvo otro estallido, el de la exposición de la violencia sexual, el del hartazgo de callar esa violencia como si fuera parte de la educación sentimental de las mujeres y las lesbianas y las travestis y las maricas. Ese estallido es peligroso, el poder lo sabe, rápidamente organiza la contraofensiva, los feminismos son el demonio que pelea con el demonio machista, se exhibe el exceso: están en contra de los varones. Los discursos sociales no son solo columnas en los diarios o charlas de café, son también acuerdos que amparan conductas, las alientan, les dan un marco. La “familia importante” que iba a adoptar al producto de la interrupción del embarazo que le practicaron a la niña en Jujuy es algo más que una imagen: es el botón que pone en marcha una producción de sentidos, de jerarquías. Y ya sabemos quiénes están del lado del descarte. 

El Estado no está impotente frente a la violencia machista, al contrario, parece aprovecharse de la fragilidad que provocan sus escasas o nulas acciones para seguir aplicando la pedagogía de la crueldad, el disciplinamiento. El Estado es responsable.

Fuente: Página 12 - Por Marta Dillón

NUESTRA SEDE EN LA PAMPA


FEMINISMO ANTIPUNITIVISTA

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La impunidad frente a las violencias machistas ha sido enorme en estos años, y en buena parte se ha debido a la existencia de una normativa y una judicatura patriarcal carente de formación y sensibilidad en perspectiva de género. Una carencia que se cultiva desde las mismas Facultades de Derecho en las que se imparte Derecho Eclesiástico, pero se desprecia abiertamente las aportaciones del feminismo jurídico.

En las Facultades de Derecho se sigue insistiendo en la neutralidad de la ley, en la idea de que el Derecho es ciencia o, cuando menos, una técnica eficaz y adecuada de resolución de conflictos, pero las mujeres somos conscientes de que no estamos a salvo ni frente al Derecho, ni frente a las decisiones judiciales, supuestamente imparciales, que se ocupan de ejecutarlo. No podemos asumir que la ley es orden ni la justicia es ciega, si la vivencia que tenemos del Derecho, su encarnación en nuestros cuerpos concretos, resulta tan distante de semejantes equivalencias.

Entre las mujeres el Derecho vence, pero no convence. Y, ojo, porque no se trata tanto de defender la objetividad del Derecho, que no es más que una profesión de fe, cuanto de exigir que sirva a los intereses de todos y todas, y no solo a los intereses de una parte. El Derecho es patriarcal porque cuando habla de violencia invisibiliza e inferioriza, con frecuencia, a las mujeres.

No es extraño, por tanto, que ante las agresiones sexuales que sufrimos, y animadas por un temor más que justificado, sean muchas las mujeres que pidan sanciones más severas, incremento de las penas, prisiones preventivas, prisión permanente revisable, castración química… en suma, restricción de derechos, también penitenciarios, a los varones que nos atacan. Los casos son múltiples, lamentablemente, y el goteo es tan constante que es lógico empatizar con este tipo de demandas. Sin embargo, hay que tener claro que esta pulsión punitivista no solo no soluciona nada, sino que empeora, por lo general, la situación de las mujeres.

La reacción punitivista, por más comprensible que sea, individualiza un problema estructural reduciendo la violencia sexual al estricto ámbito del consentimiento propio; el énfasis en el consentimiento, ejecutado desde una lógica patriarcal, acaba debilitando el énfasis en la coerción social a la que las mujeres estamos sometidas.

Como cuenta muy bien S. Watkins, en las campañas antiviolación que se protagonizaron en los campus universitarios de EEUU, en la época de Obama, “la idea del trauma personal reemplazaba a las nociones estructurales del dominio masculino y de la subordinación femenina” que había defendido el feminismo radical. Para la jurisprudencia feminista radical estadounidense la violencia sexual era el epítome de la desigualdad de género, la erotización del dominio y la sumisión, pero cuando lo único que se busca es criminalizar y castigar al agresor concreto, la referencia deja de ser la mujer “como clase” y pasa a ser, simplemente, el “yo”, la mujer “como víctima”.

Por lo demás, el punitivismo sobredetermina institucionalmente al movimiento de mujeres. Cuando las mujeres claman contra las violencias machistas constituyen una trama política que, como dice María Pía López, se lanza desde la corporalidad sintiente, desde la experiencia de la fragilidad común. Y es, precisamente, el reconocimiento de esa común vulnerabilidad el que nos permite evitar su captura securitaria. Cuando el Derecho nos protege solo mediante el uso de sanciones, nos fragmenta, nos despolitiza, y nos deja sin protección como grupo.

Finalmente, un proyecto legal desligado de un programa político-económico redistributivo, de una agenda social más amplia en torno a las violencias, y centrado únicamente en la justicia penal, tiene un alcance muy limitado, confirma el statu quo y alimenta las dinámicas utilitaristas del sistema. Dinámicas que pueden llevar a castigos espectaculares para los agresores señalados mediáticamente, represalias individualizadas de enorme calado para disuadir a terceros, pero que resultan inútiles, una vez eliminadas unas cuantas manzanas podridas.

El punitivismo es, además, un acicate para una extrema derecha sanguinaria que clama en favor de la cadena perpetua y la prisión permanente revisable, y que ha hecho del antifeminismo uno de sus ejes vertebradores.

Vaya, es cierto que, frente a un Derecho patriarcal, la protección de las mujeres requiere de un trato especial, pero ese trato no puede reducirse a una criminalización más vasta. Se requiere de un plan social y se requiere, además, de un sistema penal y penitenciario que incorpore, sin reservas, políticas preventivas. Un sistema en el que el poder judicial no trabaje desconectado de su entorno, solo y aislado, ninguneando a quienes pueden ofrecerle una visión más poliédrica de los problemas. Por eso, es esencial el papel de los psicólogos de vigilancia penitenciaria que evalúan el riesgo de reincidencia, por ejemplo.

En la sentencia del caso de La Manada, se dieron por probados unos hechos constitutivos de violación que fueron después calificados de abuso con prevalimiento, con el voto particular de uno de los magistrados, que pedía la absolución. La sentencia y las apreciaciones del voto particular generaron una gran oleada de indignación, pero lo que se buscaba no era tanto un incremento de la pena cuanto una tipificación adecuada; que se llamara a las cosas por su nombre y que se hablara de violación si era una violación lo que mostraban los hechos.

Frente a las mujeres, el Consejo General del Poder Judicial reaccionó apelando a la moderación, la prudencia, la mesura y la responsabilidad institucional «para evitar la utilización política de la justicia»; lo prioritario era salvaguardar la impunidad de las togas. Y una buena parte de las asociaciones de jueces y fiscales se comportaron también de manera corporativista, criminalizando, sin más, el activismo social, como si no fuera posible criticar las actuaciones judiciales sin incurrir en el más burdo retribucionismo; como si la «turba» de mujeres representara, por definición, un peligro que hubiera que contener, cuando esa «turba» era el fruto de una inteligencia colectiva atesorada gracias a la impresionante distancia que se ha abierto entre lo que los jueces reconocen como violencia y lo que nosotras experimentamos como tal.

En este tipo de casos de poco vale incrementar la pena. Se trata, más bien, de dar la batalla semántica para que la calificación y la valoración de las conductas se acomode a las vivencias y los testimonios de las mujeres, consideradas en su conjunto, y esto solo puede lograrse educando a los agentes jurídicos implicados e incorporando la prevención al sistema penal.

El Derecho es una extraña combinación de persuasión, burocracia y violencia, pero para funcionar, para generar orden, seguridad y justicia, esa combinación ha de ser equilibrada. No sirve de nada castigar si no se entiende el sentido del castigo. Si la violencia machista es un problema estructural, su abordaje no puede concentrarse únicamente en la figura del delincuente, ni en la de la víctima. No digo que no haya que castigar, digo que el castigo ha de aplicarse considerando que el delito no es el fruto de una patología individual (que también puede existir) sino de una red de relaciones profundamente patriarcales, y es esta red la que se tiene que erradicar.

FUENTE: la penúltima 

MÉXICO: ESTREMECEDORAS CIFRAS. LAS MUJERES NO ESTÁN SEGURAS

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Alarmante aumento de feminicidio en México; en los últimos tres años el índice de asesinatos a mujeres creció 104%, con un total de 2 mil 560 casos.

El Secretariado Ejecutivo de Sistema Nacional de Seguridad Pública (SNSP), proporcionó datos que indican que en el 2015 se registraron 422 asesinaos de mujeres por razones de género; en el 2018, aumento a 861.

En el último año, son cinco los estados en donde se concentró la mayor cantidad de feminicidios: Estado de México, Veracruz, Nuevo León, -chihuahua y Sinaloa.

Asimismo, los municipios que tuvieron el mayor número de casos, son: Ciudad Juárez, en Chihuahua con 28; Culiacán, en Sinaloa con la misma cantidad, Monterrey en Nuevo León, con 19; Acapulco Guerrero, con 14; y Ecatepec, en el Estado de México con 14.

Durante el mismo tiempo, los asesinatos contra mujeres, que no son contabilizados como feminicidios, por no tener un componente de género,  crecieron un 58%, al pasar de 1.737 en 2015 a 2.747 en 2018.

Al menos 9 mil 225 mujeres han sido víctimas de homicidio doloso en México durante los últimos 3 años.

Las lesiones en contra de las féminas, también tuvieron un aumento considerable en el mismo periodo, al pasar de 54.422 denuncias en 2015 a 60 mil 551 en 2018.

Incluso, las llamadas de emergencia relacionadas con violencia en contra de la mujer, aumentaron un 85% entre 2016 y 2018.

Fuente: La verdad

LAS ÓRDENES CATÓLICAS DEL MUNDO ADMITEN QUE ENCUBRIERON ABUSOS

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La histórica cumbre para tratar el tema de los abusos a menores por parte del clero que comienza el jueves en el Vaticano está obligando a todos los líderes religiosos a alinearse con un cierto espíritu de catársis. Aunque sea a última hora y sobre la campana. Esta mañana, en un insólito gesto hasta la fecha, las congregaciones y órdenes católicas masculinas y femeninas lanzaron un comunicado conjunto en el que admiten haber encubierto casos de abusos. "El fuerte sentido de familia en nuestras órdenes y congregaciones puede hacer difícil condenar o denunciar el abuso. Esto dio lugar a una lealtad injustificada, a errores en el juicio, a lentitud en el actuar, a negar los hechos y a veces a encubrirlos. Nos sentimos necesitados de conversión y queremos cambiar".


Muchas de las congregaciones que ahora se adhieren al comunicado han negado de forma repetida su implicación en casos de este tipo. Pero ahora, a las puertas de la histórica reunión en la que participarán 190 líderes religiosos (obispos, presidentes de conferencias episcopales, curiales…), las asociaciones que agrupan a los superioras y superiores de todo el mundo (UISG y USG) reconocen "humildemente que no siempre" han actuado correctamente en los casos de abusos.

El documento, difundido por la oficina de prensa del Vaticano, admite que han vivido repetidos casos de abusos y que, en algunos casos, se ha mirado hacia otro lado. "Inclinamos nuestras cabezas con vergüenza al darnos cuenta de que este abuso ha tenido lugar en nuestras congregaciones y órdenes, y en nuestra Iglesia. Hemos aprendido que quienes abusan ocultan deliberadamente sus acciones y son manipuladores".

La tardía admisión, a pocas horas de que comience la cumbre, resulta algo precipitada y revela una voluntad urgente de redención mediática. "Nuestra vergüenza aumenta al constatar que no nos hemos dado cuenta de lo que estaba ocurriendo" y que "la respuesta de las personas con autoridad no ha sido la que debía haber sido. No han sabido ver las señales de alarma o no se las tomaron en serio". Respecto a esta reunión, aunque consideran que "un encuentro de tres días es un tiempo breve", consideran que puede servir "a iniciar importantes procesos y crear estructuras de rendición de cuentas, así como sostener los procesos y estructuras que ya existen".

En muchas ocasiones las víctimas han denunciado casos que afectaban a órdenes y congregaciones que suscriben el documento. Pero en un amplio número de casos no encontraron ninguna respuesta. Algo que también admiten ahora. "Por nuestra parte, prometemos hacer todo lo que está en nuestras manos para escuchar mejor a los supervivientes, reconociendo humildemente que no siempre lo hemos hecho", añaden. También prometen que implementan "todo lo que durante el encuentro se decida respecto a la rendición de cuentas exigida a las personas en autoridad".

La unión de órdenes y congregaciones admite que hubo “una lealtad injustificada, a errores en el juicio, a lentitud en el actuar, a negar los hechos y a veces a encubrirlos". "Nos sentimos necesitados de conversión y queremos cambiar. Queremos actuar con humildad. Queremos identificar nuestros puntos ciegos. Queremos denunciar cualquier abuso de poder. Nos comprometemos a caminar con aquellos a quienes servimos, avanzando con transparencia y confianza, honestidad y sincero arrepentimiento", señalan.

fuente: El País - Por Daniél Verdú.

MÉXICO:. MUJERES REPUDIAN DECISIÓN DE CORTAR RECURSOS PARA LOS REFUGIOS

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- Mujeres de todo el país, 28 organizaciones, entre ellas la Red Intercultural de Refugios, colectivos de las zonas rurales y citadinas repudian en más de 12 pronunciamientos la decisión del Presidente mexicano de cortar los recursos para los Refugios y advierten que muchas mujeres serán asesinadas y miles de niños y niñas irán al desamparo.
Señalan que cegar las políticas a favor de las mujeres violentadas es un error y recordaron al Gobierno que los programas que intenta desaparecer están en las leyes, en los acuerdos internacionales firmados y en las recomendaciones de 2018 de la Convención contra Todas las Formas de Discriminación de la Mujer.
La decisión de desaparecer las estancias infantiles, los refugios en los que se salvan vidas de mujeres violentadas, el programa MICAELA de atención al cáncer de cuello uterino, los recortes al Instituto de Desarrollo Social INDESOL y el Programa Pro equidad del Inmujeres, contraviene 40 años de políticas institucionales y civiles en favor del avance de las mujeres, condena a las mujeres violentadas -nueve feminicidios al día- y deja en la intemperie a miles de niños y niñas.
Al mismo tiempo el Senador del partido Movimiento Ciudadana (MC), Samuel García, interpuso un amparo colectivo en Nuevo León, al que se sumó la sede de MC en Aguascalientes y esta semana lo hará Tamaulipas. Se trata de una batalla jurídica para defender a las estancias infantiles, los refugios y contra el recorte de los presupuestos para las políticas públicas de género.
El objeto del amparo es que el Gobierno Federal les regrese el presupuesto a las 211 estancias de Nuevo León, donde se perjudicarán a más de 5.500 niños y reconsidere no afectar los recursos para los refugios.
Las cartas y peticiones, muchas firmadas por las feministas que preparan el próximo encuentro nacional feminista, también reclaman que el presidente Andrés Manuel López Obrador reconsidere y respete los acuerdos que el Gobierno Mexicano ha firmado. Anunciaron movilizaciones y protestas, en el marco de la celebración del Día Internacional de la Mujer. En menos de 48 horas suman más de 25 colectivos y grupos y 18.000 personas que han suscrito cartas, peticiones y pronunciamientos.
Igualmente, 21 de las 32 consejeras del Instituto Nacional de las Mujeres advirtieron en un pronunciamiento difundido en redes sociales que la línea presidencial de cortar, sin mirar, los recursos para la política de género pronto se verán afectados "el PROEQUIDAD, el de Co-inversión Social, así como el PAIMEF, -este para prevenir la violencia de género- lo que tendrá implicaciones para los Institutos Estatales y Municipales de las Mujeres.
Una solicitada en Change.org que al cierre de esta edición tenía 15.000 firmas, mujeres de todos los partidos políticos, asociaciones y grupos de mujeres de base expresaron que la decisión del gobierno federal de suspender la Convocatoria para los recursos a los Refugios para mujeres en situación de violencia, atenta directamente los derechos de estas, sus hijas e hijos y que el Gobierno Federal omite el mandato del Presupuesto aprobado por la Cámara de Diputados.
Un documento firmado por Académicas en Acción Crítica señala que se viola la Ley General de Acceso de las Mujeres a una Vida Libre de Violencia vigente desde 2007, donde se establecen obligaciones del Estado para garantizar el derecho de las mexicanas a no ser violentadas; la Constitución que incluyó en 2011 lo establecido en la Convención contra todas las formas de discriminación de la Mujer a CEDAW que en su artículo ocho y en su recomendación general 19 menciona que los refugios y la atención especializada, son servicios que los Estados deben establecer, así como los apoyos para garantizar el derecho a una vida sin violencia.
Igualmente, contraviene la Convención interamericana para prevenir, sancionar y erradicar la violencia contra las mujeres (Belem do Pará), cuyo artículo tres subraya el derecho de toda mujer a "vivir una vida libre de violencia, tanto en el ámbito público como en el privado". Obligados a garantizar estos derechos, los Estados deben "suministrar los servicios especializados apropiados para la atención necesaria a la mujer objeto de violencia, por medio de entidades de los sectores público y privado, inclusive refugios".
Las integrantes de los consejos Consultivo y Social de Inmujeres, órganos auxiliares de ese Instituto, encargado de la política nacional de género, señalaron que todos esos programas en riesgo cuentan con reglas de operación, rendición de cuentas y entrega de resultados que analizan y miden su alcance.
Esas reglas atienden asuntos como: la construcción de ciudadanía, la prevención del embarazo en adolescentes, la democracia, la mitigación del cambio climático, la atención a las discapacidades, la prevención y atención a la violencia y el acceso a la justicia, entre muchos otros temas y en el caso particular de los refugios, para atender a mujeres que son víctimas de violencia extrema y que están en riesgo de violencia feminicida, con sus hijas e hijos.
Ellas también recuerdan las recomendaciones del Comité para la Eliminación de Todas las Formas de Discriminación contra la Mujer (CEDAW, por sus siglas en inglés) al Estado Mexicano, emitidas en 2018, relacionadas con el combate a la violencia de género contra las mujeres, que son de carácter vinculatorio - que obligan al Estado Mexicano- y agregan que la Ley General de Acceso a las Mujeres a una Vida Libre de Violencia (LGA-MVLV) establece en su Artículo 52 que las mujeres deberán contar entre sus derechos con un refugio mientras lo necesiten. No brindar esos mecanismos a las víctimas, representa el riesgo de que el Estado incurra en una omisión.
Advierten que el gobierno tiene que reflexionar sobre el impacto negativo que estas medidas tendrán para las mujeres, las niñas y los niños, al ser menoscabado el ejercicio pleno de sus derechos. Admiten que dichos programas tienen que revisarse, que nuestro país necesita reconstruirse ante la violencia y corrupción, pero es su reestructuración con el fin de hacerlos efectivos, sí, pero "no la suspensión, lo que se requiere".

Opinan feministas de 32 entidades

Respecto al boletín de la Secretaría de Salud que anuncia que los recursos para los refugios están protegidos, que esos 17 millones de dólares son para esos refugios y que el texto oficial no aclara cómo se van a usar: "se los van a dar a las mujeres", como dice el Presidente, cuando están en riesgo ellas y sus hijos y no funcionan la medidas de protección previstas en la ley y luego de esa vida violenta, muchas han sido asesinadas. De 22 entidades y 27 organizaciones afirman que "no está claro el discurso".
Y se suman grupos como Madres Solteras AC; las redes de Mujeres Líderes, de SLP; la Confederación de Organizaciones de la Sociedad Civil, la Red de Apoyo a Mujeres Políticas, AC; la Coalición de Nacional de Mujeres Rurales, A. C., el Observatorio Ciudadano Nacional de Violencia AC; la Consultoría Jurídica y Estrategia Política; AMAM AC Asociación de Mujeres Abrazando México; la Red Mujeres Violeta A C, Ayuda Interpersonal A C; Labris Colectiva Feminista; Mujeres Indígenas Triqui Popoluca; Mujeres de Izquierda.
También Soy Humano A.C., CESOAMA AMEALCO, La CAMNAYA A. C.; Colectiva Mueran Mujeres Tlalpenses; Red Mujeres Violeta; El Movimiento Amplio de Mujeres de Veracruz y Boca del Río; "HUITZITZILIN", Organización Latinoamericana por la defensa y acceso DDHH para el desarrollo integral de la niñez, la adolescencia y de las mujeres A. C.
Se preguntan por qué no se aclara lo que hará el gobierno y si los recursos se entregarán solamente a los refugios manejados por entidades públicas. No explican las autoridades el procedimiento para que las mujeres afectadas puedan acceder a ellos y advierten que muchas de ellas no pueden salir del refugio por el grave riesgo que corren y en muchas ocasiones llegan sin un solo documento que las identifique.
Están de acuerdo que se revisen todos los programas, pero se oponen al cierre sin análisis y sin explicar qué está pasando. No se trata de cerrar los refugios, las estancias y los programas, si quieren que "nos fiscalicen".

Documentos completos de algunas protestas

El que circula en Change.org fue una petición lanzada por Rogelia González Luis, dirigente de las mujeres del Partido de la Revolución Democrática, con más de 15.000 firmas y está dirigida al presidente Manuel López Obrador.
A la letra dice: En México, las mujeres y menores tienen que enfrentar situaciones de violencia constantes, en muchas ocasiones estas no sólo ponen en riesgo su salud mental, sino que las y los pone en riesgo de muerte frente a la violencia física que sufren. Los refugios proporcionan alojamiento seguro para estas personas donde puedan tener las condiciones necesarias para poder tener una vida digna, reconstruir su autoestima, y encontrar mecanismos que las ayuden a independizarse.
Además, estos refugios y centros de atención externa, proveen acompañamiento jurídico, atención médica y psicológica, programas reeducativos, e incluso, bolsas de trabajo; que ayudan a las mujeres y a sus hijos e hijas, para poder mejorar su calidad de vida.
Es por ello que repudiamos la decisión del gobierno federal de suspender la Convocatoria señalada al título de este documento, que atenta directamente contra los derechos de las mujeres, sus hijas e hijos; que necesitan mantener la atención que hoy se les brinda a través de las instancias de refugio y centros de atención externa a nivel nacional. Además de la omisión que hace del presupuesto de egresos 2019 destinado para esta causa.
La Red Intercultural de Refugios presente en Chiapas, Oaxaca, Puebla, Estado de México, Coahuila, Ciudad de México, Nuevo León, San Luis Potosí y Baja California; hace un llamado al gobierno para que las más de 20.000 mujeres, niños y niñas, que hoy viven en los refugios, no queden en desamparo y expuestos a la ola de violencia que ya han sufrido; así como las más de 5.000 mujeres y menores que reciben atención integral en los diversos Centros de Atención Externa, que verían interrumpido su proceso. Unamos nuestras voces para exigir que se respeten los derechos de las mujeres y niñ@s. ¡Alto a la violencia en contra de las mujeres! ¡Ni Una más, ni una menos!
Académicas en Acción Crítica, el Centro de atención a la Violencia Doméstica del Instituto Latinoamericano de Estudios de la Familia, AC (CAVIDA-ILEF) y el grupo Las Hormigas Comunidad en Desarrollo A.C., dicen: La vida y los derechos de las mujeres no pueden ponerse en riesgo. Los refugios protegen vidas.
Es un agravio inaceptable para las mujeres la suspensión de la convocatoria de la Secretaría de Salud para asignar subsidios de prestación de servicios de refugio para las mujeres, sus hijos e hijas que viven violencia extrema.
Los refugios son un recurso imprescindible para evitar asesinatos de mujeres en un país donde la cifra de estos es de nueve mujeres al día y donde las tasas de violencia psicológica, física, sexual, económica y patrimonial son excesivamente elevadas. Muchas mujeres requieren de un refugio como último recurso para salvar su vida y con frecuencia la de sus hijos e hijas.
Los refugios existentes en México son de por sí insuficientes. La mayoría depende para su funcionamiento de recursos públicos pues no bastan los fondos que reciben de otras fuentes, como asociaciones civiles, IAP, dinero privado, organismos internacionales, rifas, trabajo de las usuarias (Inmujeres, 2015). Suspender los recursos para estas instituciones es poner en riesgo de muerte y lesiones a miles de mujeres.
La violencia contra las mujeres, en la casa o en la calle, no es un asunto privado, es un asunto de salud pública. El Estado mexicano tiene la obligación de cumplir con las leyes y tratados internacionales que ha firmado, así como con la jurisprudencia de la SCJN. En este caso, debe cumplir con:
. Ley General de Acceso de las Mujeres a una Vida Libre de Violencia que desde el 2007 reconoce las obligaciones del Estado para garantizar este derecho.
. Convención de la CEDAW que en su artículo ocho y en su recomendación general 19 menciona los refugios y la atención especializada, como parte de los servicios que los Estados deben establecer, y los apoyos para garantizar el derecho a una vida sin violencia.
. Convención interamericana para prevenir, sancionar y erradicar la violencia contra las mujeres (Belem do Pará), cuyo artículo tres subraya el derecho de toda mujer a "vivir una vida libre de violencia, tanto en el ámbito público como en el privado". Obligados a garantizar estos derechos, los Estados deben "suministrar los servicios especializados apropiados para la atención necesaria a la mujer objeto de violencia, por medio de entidades de los sectores público y privado, inclusive refugios".
El Estado mexicano debe respetar también la tesis de jurisprudencia 2a. /J. 35/2019 (10a.), del 15 de febrero de 2019, de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, en la cual se reafirma el principio de progresividad en materia de derechos humanos. Esta implica que los derechos humanos "siempre deben mejorar" y que son graduales, es decir, que se garantizan mediante un proceso con metas a corto, mediano y largo plazo. Por tanto, cualquier medida que suponga la regresión de estos derechos es inconstitucional.
Sumada a la decisión de reducir y luego suspender subsidios a las estancias infantiles de las que dependen cientos de miles de madres trabajadoras para el cuidado de sus hijos e hijas, la suspensión de la convocatoria para acceder a recursos para los refugios limita gravemente los derechos de las mujeres a una vida libre de violencia y a la igualdad sustantiva.
Por ello, manifestamos nuestro total rechazo a estas medidas y exigimos al gobierno que respete los derechos de las mujeres y cumpla con sus obligaciones hacia ellas mediante una política que reconozca las graves desigualdades y la violencia que las afectan y no sólo mantenga, sino también refuerce y amplíe las medidas necesarias para garantizar su derecho a vivir sin violencia y en igualdad.
Exhortamos a la Secretaría de Salud a reconsiderar esta decisión.
Exhortamos a las comisiones de igualdad de género de las cámaras del Congreso a pronunciarse y a tomar las medidas necesarias para garantizar, con presupuestos etiquetados, los derechos de las mujeres sobrevivientes de violencia y de las mujeres trabajadoras, así sea mediante una modificación del presupuesto aprobado para 2019.
Hacemos un llamado a la recién nombrada titular de Inmujeres, Nadine Gasman, para que intervenga a favor de las mexicanas.
Hacemos un llamado también a ONU Mujeres y el Comité de la CEDAW para que se pronuncien contra esta medida que atenta contra la vida de las mujeres.
La lucha contra la corrupción no puede ser un pretexto para acentuar la desigualdad de género y agravar la indefensión de las mujeres ante la violencia machista. Estancias infantiles y refugios están regulados por el Estado y este tiene la obligación de hacer cumplir sus lineamientos. De abandonar sus obligaciones para con las sobrevivientes de violencia, el Estado será cómplice y co-responsable de su muerte.
Académicas en Acción Crítica, ¡NiUnoNiUnaMás! Centro de atención a la Violencia Doméstica del Instituto Latinoamericano de Estudios de la Familia, AC (CAVIDA-ILEF), Las Hormigas Comunidad en Desarrollo A.C.
En las redes de feministas, organizadas virtualmente por el Pacto Nacional de Mujeres, se recordó un documento de 2018 sobre el presupuesto.
Sin las mujeres, el presupuesto no va. 
Desde 2008, el Presupuesto de Egresos de la Federación (PEF) tiene un anexo transversal que refleja las erogaciones que el Gobierno Federal, a través de diferentes dependencias, destina para la Igualdad entre mujeres y hombres.
Por ley, este es un anexo que no admite recortes y que debe ser progresivo, ya que el artículo 58 de la Ley de Federal de Presupuesto y Responsabilidad Hacendaria establece que no se podrán realizar reducciones a los programas presupuestarios ni a las inversiones dirigidas a la atención de la Igualdad entre Mujeres y Hombres.
Así pues, durante 10 años, este presupuesto ha pasado de 481 millones de dólares en 2008 a dos millones 395 de dólares para 2018. Aunque el anexo para la Igualdad entre Mujeres y Hombres nunca ha rebasado el uno por ciento del total del Presupuesto de Egresos, los esfuerzos sostenidos en cada legislatura han permitido que su incremento no sea solo nominal, e incida en la disminución de las brechas de desigualdad, como son las violencias de género, el acceso a la justicia, el empoderamiento económico, trabajo no remunerado y las dobles jornadas, y muchos otros.
Si bien, aún falta mucho por hacer y los presupuestos sensibles al género requieren una evaluación de fondo, la disminución o eliminación de programas, como se propone en el proyecto del Presupuesto de Egresos para el 2019, en los hechos significa dejar sin posibilidad de que opere a nivel estatal y municipal la política de igualdad que se ha venido diseñando desde hace décadas en nuestro país.
Nominalmente, el Anexo 13 del PEF 2019 representa un incremento de aproximadamente 15.000 millones de pesos, esto se debe a la incorporación en el anexo de programas prioritarios para la presente administración, pero significan un recorte o eliminación de programas prioritarios para impulsar la igualdad entre mujeres y hombres.
Hacemos un llamado a las diputadas y diputados del Congreso de la Unión en la Legislatura de la Paridad, a que actúen en congruencia y no permitan:
. La eliminación del Programa de Apoyo a las Instancias de Mujeres en las Entidades Federativas (PAIMEF), ni el de Coinversión Social (dirigido a organizaciones sociales)
. Las disminuciones al Fondo de Transversalidad (que llega a instancias municipales de mujeres), programa para promover la atención y prevención de la violencia contra las mujeres (CONAVIM), programa de estancias infantiles para apoyar a madres trabajadoras, y el programa de Salud materna, sexual y reproductiva.
La apuesta a los presupuestos sensibles al género es que sean transversales, y que en algún momento todos los programas y acciones contenidos en el presupuesto de egresos se diseñen como una política pública que considere los impactos diferenciados que tienen en la vida de mujeres y hombres, y con ello atender de una manera más eficaz e integral los retos que enfrenta nuestro país, para construir una sociedad más justa e igualitaria.

Informa la Secretaría de Salud

Los recursos para la asignación de subsidios a refugios que atienden a mujeres e infantes víctimas de violencia extrema están garantizados, sólo se revisan las medidas para optimizar más ese dinero, aclaró el secretario de Salud, Jorge Alcocer.
El funcionario precisó en conferencia de prensa que los recursos fueron aprobados por el Congreso de la Unión en el Presupuesto de Egresos de la Federación 2019 y ascienden a 346 millones 482.708 pesos.
Se revisarán las medidas para optimizar más ese dinero, "o inclusive, si es necesario, a través de otros programas y acciones para consolidar la atención a este grupo de población", detalló.
A su vez, el subsecretario de Prevención y Promoción de la Salud, Hugo López-Gatell, aclaró que lo que se suspendió es la convocatoria emitida por la dependencia a finales de enero, y es una suspensión provisional mientras se analizan las estrategias para garantizar que los recursos lleguen a quien los requiere.
"No queremos cometer ningún acto de irresponsabilidad administrativa. La Secretaría está comprometida con el buen uso de los recursos públicos, la transparencia y la rendición de cuentas, y también con la equidad de género y la protección de los derechos de las mujeres, niños y niñas que sufren violencia de género", sostuvo.
De la misma manera reiteró el compromiso del Gobierno Federal con los derechos humanos, la equidad de género y la transparencia en el ejercicio de los recursos públicos y la rendición de cuentas a la sociedad.
Ciudad de México, a 22 de febrero de 2019.

Comunicado desde Inmujeres

Integrantes de los Consejos Social y Consultivo del Instituto Nacional de las Mujeres (Inmujeres) manifestaron su consternación por la decisión de suspender los subsidios de diversos programas dirigidos a promover los derechos humanos de las mujeres y la igualdad de género, como el de estancias infantiles y refugios para mujeres, niñas y niños víctimas de violencia.
"De continuar en esta línea, otros programas que se verán afectados muy pronto serán el PROEQUIDAD, el de Co-inversión Social, así como el PAIMEF, que tiene implicaciones para los Institutos Estatales y Municipales de las Mujeres", suscriben en el documento.
El documento recuerda que las recomendaciones hechas por el Comité para la Eliminación de Todas las Formas de Discriminación contra la Mujer (CEDAW, por sus siglas en inglés) al Estado Mexicano, emitidas en 2018, relacionadas con el combate a la violencia de género contra las mujeres, son de carácter vinculatorio.
También que la Ley General de Acceso a las Mujeres a una Vida Libre de Violencia (LGA-MVLV) establece en su Artículo 52 que las mujeres deberán contar entre sus derechos con un refugio mientras lo necesiten. 
"No brindar esos mecanismos a las víctimas, representa el riesgo de que el Estado incurra en una omisión", señalan.
"Hacemos un llamado a la reflexión sobre el impacto negativo que estas medidas tendrán para las mujeres, las niñas y los niños, al ser menoscabado el ejercicio pleno de sus derechos", agrega el comunicado, que exhorta al presidente mexicano a reconsiderar su decisión.

FUENTE: SemLac _ Por Sara Lovera

ENTRE EL DERECHO Y LA REALIDAD ESTÁN LAS POLÍTICAS PÚBLICAS

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Título original:" Los antiderechos están cómodos en el poder 

¿Por qué estas niñas llegan tarde al sistema de salud? Y cuando llegan a tiempo, como sucedió en este caso, ¿por qué el Estado se encarniza con esas nenas que gestan y les generan daño dilatando en el tiempo el acceso a la salud?”, cuestionó Soledad Deza, abogada feminista e integrante de Católicas por el Derecho a Decidir. Se refería a la nena tucumana de 11 años, forzada a ser madre pese haber implorado que le “saquen esto que me puso adentro el viejo”. Para la activista, que alertó sobre el avance de “sectores antiderechos” a nivel nacional, este es un caso bisagra: “En Tucumán hubo un accionar político objetor transversal, impulsado por el Ejecutivo y convalidado desde el Ministerio Público. Los antiderechos no han necesitado organizarse en la puerta del hospital porque están en el poder”.

El caso de la niña tucumana, violada por la pareja de su abuela y forzada a ser madre a través de una cesárea, tiene varias semejanzas con el de la nena jujeña de 12 años que en enero pasado también fue forzada a ser madre pese a haber solicitado una ILE. En ambos casos, las niñas llegaron al hospital con varias semanas de gestación producto de una violación y se encontraron con un sistema de salud que, con el aval de funcionarios políticos y judiciales, vulneró su derecho a interrumpir el embarazo y a su intimidad, entre otros derechos.

“La gran semejanza en estos dos casos, y en muchos otros, es el abandono estatal. Creo que una niña víctima de abuso no puede pasar inadvertida en el sistema educativo, ni en su entorno. Tampoco puede pasar inadvertida en Desarrollo Social. Hay que alertar sobre esto, porque no hay educación sexual, se han incrementado las enfermedades, el embarazo adolescente no baja. Cuando el Estado tiene la oportunidad de actuar, termina interviniendo tarde o revictimizando a las niñas, imponiéndoles una maternidad forzada”, consideró la abogada.

Sin embargo, entre estos dos casos hay algunas diferencias que para Deza son fundamentales. “La nena de Jujuy llegó tarde al sistema de salud, con 25 semanas de gestación, y en 5 días se le garantizó la prestación que ella y su mamá eligieron. Les ofrecieron interrumpir el embarazo con medicamentos o con una cesárea y ellas coincidieron con la cesárea. Más allá de que técnicamente no fue un aborto, se respetó su decisión”, recordó Deza. “La diferencia con este caso de Tucumán es que la niña llegó con una gestación mucho menor, de 18 semanas, y el sistema de salud tardó 5 semanas en actuar, luego de una serie de barreras médico burocráticas y jurídicas diseñadas para dilatar y promover el avance gestacional”, explicó.

“En este caso intervino una fiscal de homicidio sin competencia, lo que inscribe como un crimen en el imaginario social una prestación médica que es lícita. Además, ha intervenido el Ministerio de Defensa pero defendiendo a la niña recién 5 semanas después. También se ignoraron informes médicos hechos por el cuerpo forense que hablaban de un alto riesgo obstétrico para la nena”, enumeró la abogada sobre el importante número de trabas que impuso el sistema médico y judicial tucumano. 

Además, según explicó Deza, a la niña tucumana no le ofrecieron la ILE a través de medicamentos. “Según lo que dice el comunicado de Andhes y Cladem, pareciera que la elección de la cesárea no le correspondió a la niña, sino a los profesionales que intervinieron. Dicen que hubo una justificación médica para hacerle una cesárea pero no sabemos si es verdad. Según la información que circula pareciera que no le han ofrecido alternativas para concretar la interrupción del embarazo por fuera de las cesáreas”, agregó. 

“Lo que pasó no es inocente. Se trata de una estrategia deliberada del sistema público de salud encabezado por una ministra que se ha pronunciado en contra del aborto. Estamos en una provincia donde el gobernador ha marchado en una plaza celeste. Donde el arzobispo difundió el nombre de la niña. Se trata de una acción política transversal muy perversa, de un andamiaje conservador mucho más sofisticado que lo que veníamos viendo. Los antiderechos están dentro de las redes de poder, más cómodos, más solapados”, dijo Deza sobre Tucumán, a la que consideró una “provincia obscenamente clerical, con un maridaje histórico entre la iglesia y el Estado: la única que no adhirió a la ley nacional que asegura anticonceptivos gratuitos”, agregó.

“Lo que hay entre el derecho y la realidad son políticas públicas. Y eso es lo que está fallando, con matices, a lo largo y ancho del país. Los sectores conservadores están buscando revertir una política pública que, desde el fallo F.A.L., es muy clara”, alertó la activista. “Estamos en un momento político donde se está avanzando sobre derechos que ha costado mucho conquistar y consolidar. Lo vemos en la baja de la edad de imputabilidad, la sentencia 2x1, las trabas en el acceso a la ILE. Hay una saña muy grande contra los sectores más vulnerables, que son a quienes los gobiernos neoliberales y los sistemas patriarcales desprecian y marginan”, concluyó.

Fuente: Página 12 - Por Azul Tejada.

LA INTELIGENCIA EMOCIONAL DESDE LA PERSPECTIVA DE GÉNERO

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Una emoción es un estado afectivo que experimentamos, una reacción subjetiva al ambiente que viene acompañada de cambios orgánicos (fisiológicos y endocrinos) de origen innato, influidos por la experiencia y tienen una función adaptativa de nuestro organismo a lo que nos rodea.

La experiencia de una emoción generalmente involucra un conjunto de cogniciones, actitudes y creencias sobre el mundo, que utilizamos para valorar una situación concreta y, por tanto, influyen en el modo en el que se percibe dicha situación.



¿Qué es la inteligencia emocional?

Durante mucho tiempo las emociones han estado consideradas poco importantes y siempre se le ha dado más relevancia a la parte más racional del ser humano. Las emociones nos hablan de quienes somos, de cómo sentimos, de cómo nos enfrentamos a nuestro día a día, a todas aquellas situaciones que nos suceden. Nos indican estados internos personales, motivaciones, deseos, necesidades e incluso objetivos.

Como tal, las emociones son neutras: no existen emociones positivas o negativas, simplemente, cambia la forma en la que las percibimos dependiendo también de nuestro autocontrol emocional. Cada persona experimenta una emoción de forma individual, dependiendo de sus experiencias anteriores, aprendizaje, carácter y de la situación concreta. De ahí que la regulación emocional también varíe enormemente en función de las circunstancias que nos rodean.

La inteligencia emocional es un constructo que nos ayuda a entender de qué manera podemos influir de un modo adaptativo e inteligente sobre dichas emociones, para así poder adaptarnos mejor al medio en el que nos insertamos. Teniendo en cuenta que las emociones son parte indisociable de nuestra vida diaria, trabajar la inteligencia emocional nos ayudará en aspectos tan diversos como el autoconocimiento, las habilidades sociales o la empatía.

El concepto de inteligencia emocional es relativamente reciente dentro del ámbito de la psicología. Surge cuando los especialistas se dan cuenta de que hay que adoptar una concepción amplia de lo que son las habilidades cognitivas básicas o, dicho de otro modo, que estas no se pueden reducir únicamente al cociente intelectual y que hay, por tanto, que distinguir distintos tipos de inteligencia. Dos de los precursores básicos de estas ideas fueron Daniel Goleman, quien popularizó el concepto de “inteligencia emocional”, y Howard Gardner, creador de la denominada “Teoría de las inteligencias múltiples”.





Inteligencia emocional y género
Emociones y género son dos conceptos que guardan mucha relación: mujeres y hombres no percibimos, reaccionamos ni gestionamos igual nuestras emociones, a pesar de que, en realidad las emociones son las mismas. Es necesario pues entender las emociones con perspectiva de género.

De esta forma, podemos afirmar que la forma que tenemos las personas de percibir las emociones está muy influenciada por el género. Mujeres y hombres no nos damos el mismo permiso para experimentar según qué emociones, o no vivimos con la misma intensidad cada una de las emociones que sentimos. Varía, incluso, la forma en la que nos enfrentamos a ellas, lo que da como resultado una vida emocional notablemente distinta.

Cuando hablamos de las emociones y el género, tenemos que tener en cuenta un factor fundamental: los estereotipos y le educación recibida desde nuestra infancia y nos dicta cómo debemos ser y comportarnos en función de nuestro sexo, qué patrones debemos seguir y a qué debemos dar prioridad. Se da una auténtica educación emocional que la mayoría de las personas interiorizamos de forma inconsciente a lo largo de nuestra infancia y adolescencia. Todo ello influye en todos los aspectos de nuestras vidas y también en como percibimos y manifestamos las emociones.

Mujeres y hombres nos damos más o menos permiso para conectar con determinadas emociones en función de nuestro género.

Cuando analizamos las emociones y el género vemos que realmente esta socialización, esta educación de género, esta manera de aprender a vivir como mujeres o a vivir como hombres, guarda una profunda relación en cómo percibimos y nos enfrentamos a todo aquello que sentimos y la forma en como lo manifestamos.



Coeducación emocional significa, precisamente, educar en común y en igualdad, al margen del sexo de las personas. Significa detectar todos los estereotipos asociados a lo masculino y lo femenino, ser conscientes de ellos, reflexionarlos y poner en marcha las medidas necesarias para eliminarlos de nuestro lenguaje y de nuestro comportamiento, potenciando aquellos aspectos que quedan anulados por el hecho de asumir los roles de género: la afectividad en los hombres o el desarrollo profesional en las mujeres.


PARA LAS NIÑAS NO HAY PRIMEROS MUNDOS

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Si alguien se pregunta quiénes son los seres más desprotegidos de la Tierra, no ha de hurgar mucho. Es evidente que esas criaturas son las niñas. Ni las ballenas, ni las abejas, ni los tigres de Bengala, ni los perros de caza. Nadie hay tan vulnerable en este mundo como esas personitas que, signadas por la X cromosómica, tendrán una vida más difícil en casi todo el planeta, y no nacerán, ecografía mediante, en un montón de países. Es cierto que los niños de los países más pobres también sufren por su condición, pero no es comparable a lo que padecen las niñas. Hagamos un pequeño mapeo acerca de la maldición del cromosoma X: Aproximadamente la mitad de las agresiones sexuales en el mundo se cometen contra niñas menores de 16 años, con riesgos claros de embarazo y cinco veces más posibilidad de no sobrevivir al parto y de que sus hijas o hijos no lleguen al año de vida.

Más de 110. 000 niños y niñas no están escolarizados en el mundo, las dos terceras partes son niñas.

En un número importante de países en guerras o conflictos diversos se reclutan miles de niños y niñas soldados (más de 200.000 al año). Si bien es cierto que la mayoría de ellos son varones, también lo es que, a las niñas, además de minas vivientes, carne de cañón y asesinas programadas (todo ello por la fuerza), también se las utiliza como objetos sexuales (recordemos las niñas secuestradas por Boko Haram) y responsables de todas las tareas domésticas.

Según UNICEF, más de 120.000 millones de niñas sufren abuso sexual cada año. Miles de menores son secuestrados al año por los tratantes y traficantes de personas con destino a la prostitución; la cifra de las niñas casi duplica a la de los niños.

Una de cada diez niñas en todo el mundo ha sido alguna vez víctima de violencia sexual, ha sufrido violaciones y otras formas de abuso sexual (en África la tasa de niñas violadas supera el 10%).

Las niñas son abortadas selectivamente en muchos países (una posibilidad que se presentó en los 80 con la aparición de las ecografías), entre los que están India y Pakistán, pero también Japón, China, Filipinas, Armenia, Azerbaiyán, Georgia y Corea del Sur, e incluso países desarrollados del llamado primer mundo como Alemania o Reino Unido. El patriarcado global prefiere los hijos varones. Las mujeres, piensan quienes practican este genofeminicidio, son una carga; hay que alimentarlas para que luego se vayan con su marido y no presten ningún servicio a la familia. Además, hay que cuidar su honor y procurarles una dote, y, por si fuera poco, no perpetúan el «linaje». Esta falta selectiva de mujeres en el futuro causará indudables problemas sociales, que redundarán, todos ellos en contra de las propias mujeres (aumentará la violencia y el tráfico).

Y no olvidemos que las niñas sufren aún en muchos países la mutilación genital, y que son obligadas a contraer, a edades muy tempranas, matrimonio con hombres mayores.

Estas son sólo pequeñas muestras del precio a pagar por haber nacido niñas, de modo que no ha de extrañarnos que, en países como Argentina, donde las mujeres han llevado una lucha consecuente y sin tregua por el derecho a la interrupción voluntaria del embarazo con un resultado negativo que ha puesto en relieve la cara más cruel de una sociedad rancia, suceda, con una continuidad alarmante, que niñas cada vez más pequeñas sean violadas (generalmente por un familiar), queden embarazadas, y luego se les obligue a dar a luz, pese a que la ley vigente tiene a la violación como causa para permitir un aborto. Estos episodios trágicos se repiten sobre todo en el norte del país, donde las gobernaciones feudales y la gran influencia de iglesias pentecostales y evangélicas, marcan la vida de la gente más pobre, especialmente la de las más vulnerables: las niñas.

Ahora, en Tucumán, una niña de 11 años violada por la pareja de su abuela, dio a luz un bebé de 600 gramos, con posibilidades más que exiguas de sobrevivir, y a través de una cesárea (luego de denegársele su derecho a abortar). Es inimaginable lo que esta horrenda experiencia puede provocar en la mente de una criatura, torturada doblemente: por un violador y por una sociedad implacable con las mujeres, con las niñas, pobres. Quiero que me saquen lo que me puso adentro el viejo, dijo la niña llorando y sin entender siquiera lo que tenía lugar en su cuerpo. 

Fuente: Tribuna Feminista-Por Luz Darriba

LA PROSTITUCIÓN Y EL MITO DE LA LIBERTAD

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La libre elección, el derecho a procurar mi propia felicidad, mi derecho a autodeterminar mi identidad, el libre desarrollo de mi personalidad, la elección de mi estilo de vida en una sociedad tolerante, la meritocracia, el emprendimiento, el empoderamiento, mi derecho a perseguir mi voluntad, mi derecho a defender mis intereses…estas nociones son el corazón de la utopía liberal que, tras varios siglos desde las primeras enunciaciones liberales, aún mantiene la hegemonía ideológica de nuestro mundo.

No cabe duda de los cambios positivos que el liberalismo trajo al mundo frente a la sociedad estamental del Antiguo Régimen. Además, el ideal de la libertad sirvió y sigue sirviendo de inspiración para la lucha feminista y estuvo presente desde el comienzo en la lucha anticolonial. También inspiró al movimiento obrero: el marxismo evidenció las contradicciones entre esa libertad proclamada y la realidad material de la clase obrera.

En nuestros días, en un contexto de economía neoliberal, no solo existe una contradicción entre la libertad sobre el papel y la libertad real, sino que además el mito de la libertad se utiliza para ocultar la opresión. Así, nos hacen creer que emigramos por espíritu aventurero, o como denuncia el filósofo Zizek, que el paro es la situación ideal para reinventarse. Se nos invita a contentarnos con salarios bajos a cambio de “una buena imagen” y a percibir nuestra situación de falsas autónomas como la oportunidad de ser empresarias de nosotras mismas.

La creciente desigualdad no nos indigna tanto si la vemos como un estilo de vida que hemos elegido  porque somos diferentes. Con respecto a la tolerancia liberal, señala Zizek, esta significa que cada persona es libre de hacer lo que quiera siempre que se mantenga apartada y no nos contamine con sus diferencias incómodas.

La inclusión liberal es frecuentemente un fetiche humanitario, un juego de enumeraciones con muchas comas, un anuncio de coca-cola que enfatiza la diferencia y la vuelve un folclórico producto de consumo sin permitirnos dialogar con ella, incluyendo la crítica argumentada, y transformarnos a nosotras mismas en ese intercambio.

La libertad se ha convertido en la ideología legitimadora que oculta la desigualdad social. La filósofa Martha Nussbaum rechaza la concepción liberal que ve los derechos humanos como una voluntad o una libertad individual que se ha de proteger. En primer lugar hay que señalar que los deseos son muy maleables, son adaptables a las expectativas y posibilidades. Aprendemos a no desear cosas que la realidad social y política pone fuera de nuestro alcance. Una niña que jamás en su vida ha probado un helado y que no sabe ni que existe, no puede desear comer uno.

Con frecuencia las aspiraciones de las mujeres se adaptan a las descripciones propias de su época sobre el papel que les corresponde, en términos de belleza, inclinación al cuidado, convicción acerca de nuestra supuesta debilidad física, etc. Además las mujeres podemos llegar a aceptar una mala situación si no podemos acceder a ninguna mejor, incluso aunque eso implique peligro para nuestra vida, nuestra integridad física o sufrir ofensas constantes contra nuestra dignidad.

De este modo,  un ideal social que ponga el acento en la libertad, sin destacar la necesidad de unas condiciones previas de igualdad, termina por reforzar un statu quo injusto y por frenar cualquier cambio real. Es frecuente que en nuestra sociedad escuchemos discursos que culpan a las mujeres de la opresión que padecen, achacándola a sus propias “elecciones” (ella eligió a ese hombre, ella eligió continuar con él, ella decidió tener hijos, ella decidió ir a su casa, ella decidió dejar su trabajo para cuidar, ella decidió estudiar esa carrera).

Estos discursos minimizan el modo en el que la ideología patriarcal moldea los deseos de las mujeres, y también minimizan el hecho de que necesitamos información y medios materiales para poder tomar decisiones libres. Por ejemplo, imaginemos que a una persona se le ofrecen dos “soluciones” frente a su problema de salud: morirse o ser amputada. La persona escoge la amputación, ¿hubiera escogido lo mismo de tener más alternativas sanitarias?

Las personas de izquierdas están bastante de acuerdo con lo expuesto hasta aquí. Sin embargo, cuando entra en juego la esfera de la sexualidad, casi todo el mundo parece volverse repentinamente neoliberal. Por suerte, ahí están las feministas como Ana de Miguel, Rosa Cobo o Pilar Aguilar para denunciar los mitos liberales. El feminismo denuncia que la sociedad patriarcal, en alianza con el capitalismo, ha elaborado el mito de la libre elección: la idea de que las mujeres permanecen en posiciones de subordinación por voluntad propia. La prostitución y los vientres de alquiler son fenómenos que expresan la manifestación extrema de este discurso.

Este mito de la libre elección, al aunarse con el patriarcado, llega a extremos terribles. Como sostiene Catharine MacKinnon, la noción del consentimiento sexual en la sociedad patriarcal actual llega a ser tan perversa que una mujer puede estar muerta y supuestamente haber consentido la relación sexual. Según la jurista, las mujeres somos educadas en la sociedad de la pornografía para desear ser humilladas, y el patriarcado llama a eso “libertad sexual de las mujeres”. No importa lo que le ocurra a una mujer, que puede ser torturada o empalada: si eso se produce durante una “relación sexual”, la sociedad patriarcal presumirá su consentimiento, sin que apenas importen sus palabras o los hechos.

Es en este contexto teórico donde se produce el “debate” sobre la prostitución. El mito de la libre elección llega a emplearse para argumentar a favor del derecho de las mujeres a elegir prostituirse. Muchas personas que se declaran de izquierdas, feministas o incluso feministas interseccionales (antirracistas) deciden pasar por alto, en este caso, los aspectos estructurales del fenómeno y mirar el asunto como si consintiese en la firma de un acuerdo entre dos personas libres e iguales.

Poco les importa que casualmente los puteros sean hombres y las prostituidas las mujeres, no les importa que la inmensa mayoría de las mujeres prostituidas sean inmigrantes, no les importa que la prostitución sea un fenómeno terriblemente racista y colonial, les da igual que la prostitución sea el tercer negocio más lucrativo del planeta ni que los hombres de la mafia proxeneta sean sus grandes beneficiarios, poco les importa que las mujeres prostituidas carezcan de opciones laborales o de papeles, o que provengan de historias de violencia de género o de abuso sexual infantil, poco les importa que las mujeres sean tratadas como cosas y que gran parte del “morbo” radique en la impotencia y desesperación de las mujeres, poco les importa que su salud sea puesta en grave riesgo constantemente, que sufran niveles de violencia incomparables con ningún trabajo asalariado, o que no sea posible establecer medidas de seguridad e higiene laboral ni inspecciones de trabajo.

Se empeñan en defender el ideal de un pacto entre personas autónomas, iguales y libres cuando saben perfectamente que los puteros exigen constantemente “género nuevo”, lo que exige un nivel de movilidad constante solo posible en un modelo de “gran empresa” organizado por cuenta ajena y a escala internacional, que mueva grandes sumas de dinero, como es el caso de la industria proxeneta.

La “libertad sexual” se confunde con “libertad para desear lo mismo que desean los hombres” y se tacha de puritano el discurso feminista que defiende el derecho de las mujeres a tener relaciones sexuales solo cuando satisfagan nuestro placer afectivo-sexual (y no solo el placer masculino, como es usual). Se nos acusa de estigmatizar formas de sexualidad disidente por puritanismo.

En primer lugar, la prostitución no es una sexualidad disidente, sino una de las grandes expresiones de la ideología patriarcal y capitalista dominante. El segundo lugar, nuestra motivación, lejos de ser puritana, se basa en una concepción igualitaria de la libertad y en una concepción emancipadora de las relaciones sexo-afectivas. El tercer lugar, las abolicionistas no estigmatizamos a las mujeres prostituidas, sino que es la dinámica prostituyente/patriarcal la que estigmatiza a las mujeres a las que concibe como seres para usar y desechar. Las abolicionistas, seamos o no sobrevivientes de la prostitución, nos percibimos como parte de la clase sexual de las mujeres y nos negamos a reproducir la división tradicional entre esposas y putas, que tiene como finalidad impedir la alianza de las mujeres.

Por último, creo que el estigma no es el único problema, ni el problema principal de las mujeres prostituidas, del mismo modo que la victimización no es el único ni el principal problema de las mujeres víctimas de violencia de género en la pareja. El énfasis desmedido en el estigma forma parte del intento liberal de sustituir las desigualdades sociales por una falsa tolerancia multicultural.

Cuando las feministas insistimos en llevar a la agenda política la prostitución lo hacemos porque pensamos que la posición que adopte sobre este tema un partido político o una organización muestra con especial claridad si se ubican dentro de la ideología neoliberal dominante o si se ubican en una crítica al mito de la libre elección. Si un partido de izquierdas transige con el discurso liberal sobre la prostitución, pensaremos de forma fundada que harán lo mismo con la “uberización” de la economía y con el retroceso en los derechos sociales.

Como mínimo pensaremos que los derechos de las mujeres les importan tan poco que son incapaces de aplicar a las mujeres los mismos principios que aplican para analizar el mundo del trabajo. Ningún supuesto antirracismo tendrá para nosotras credibilidad si es capaz de ver la injusticia de los CIE pero no es capaz de ver la opresión específica por razón de sexo que sufren las mujeres inmigrantes prostituidas. Ningún supuesto feminismo tendrá para nosotras la más mínima credibilidad si considera que la sexualidad es “la gran excepción” y que la libertad de las mujeres es la única que no necesita una base de igualdad material para ejercerse.

Fuente: Tribuna Feminista -Por Tasia Aránguez Sánchez

FEMICIDIOS: UN ESTADO QUE NO PROTEGE Y BUROCRATIZA

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Falta de cifras actualizadas, establecidas a partir de una metodología uniforme y criterios definidos de antemano; estadísticas dispares; botones antipánico que no funciona o no son suficientes para proteger a las víctimas: un paradigma que privilegia lo securitario y punitivista por sobre otras definiciones relacionadas con las políticas sociales cuando se trata de violencias machistas. Laurana Malacalza, Sofia Caravelos, Carolina Racak, Josefina González y Sofia Sesin Lettieri son Integrantes del Observatorio de Violencia de Género de la Defensoria del Pueblo de la provincia de Buenos Aires- OVG-. Analizan los femicidios ocurridos en Argentina en lo que va del año y las respuestas estatales a estos crímenes. Las expertas proponen un enfoque interseccional que pueda dar cuenta y abarcar las múltiples violencias que atraviesan a las mujeres, lesbianas, travestis y trans.
Un interrogante que invariablemente aparece ante la noticia de un nuevo femicidio, es si la violencia machista ha “aumentado” en estos últimos años. Una pregunta que si bien es necesaria no alcanza a dar cuenta del sentido que cada una de esas muertes adquiere. Para responder la pregunta, necesitaríamos, por un lado, poder contar con cifras actualizadas, establecidas a partir de una metodología uniforme y criterios definidos de antemano, que permitieran armar tablas comparativas entre los mismos períodos de tiempo . Por lo tanto deberíamos poner en foco cómo los organismos públicos y las organizaciones feministas construyen las estadísticas. Los registros estatales dan cuenta de la disparidad de criterios utilizados para producir información sobre los femicidios.

Revisando los registros públicos, observamos que los datos más actualizados son del año 2017, a excepción de algunos datos parciales del año 2018 del Defensor del Pueblo de la Nación. Si se pone el foco sólo en territorio bonaerense, la jurisdicción más poblada del país, el Registro de Femicidios de la Oficina de la Mujer de la Corte Suprema de Justicia, arroja un total de 113 femicidios ocurridos en la Provincia de Buenos Aires, mientras que la Procuración de la Suprema Corte de Justicia bonaerense, señala que fueron 98 las víctimas de femicidio. Por su parte, el Observatorio de Femicidios del Defensor del Pueblo de la Nación relevó 119 femicidios ocurridos a nivel provincial. En su informe parcial del año 2018, basado en un análisis de las coberturas periodísticas, señala que hasta el 15 de noviembre, ocurrieron 88 femicidios en la provincia de Bs. As. En tanto el Registro Nacional de Casos de Femicidio elaborado por el Observatorio de Marea Feminista “Ahora que si nos ven”, estableció que serían 76 las víctimas en el territorio bonaerense a partir del relevamiento de medios gráficos y digitales.

Esta disparidad en los números no solo da cuenta de los diferentes criterios para establecer qué muerte es definida como femicidio, sino también de la imposibilidad de conocer si aumentan o no la cantidad de muertes, en tanto se utilizan distintas metodologías que no permiten comparar los datos. Mientras que algunos registros toman los datos de las causas judiciales otros lo hacen de las noticias periodísticas.
Por otro lado, creemos que tan necesario como contar con estadísticas confiables es poder avanzar en la comprensión del significado de estos femicidios. Es preciso desentrañar sus diferentes sentidos e interrogarnos sobre los modos en qué estas formas de violencia se entrelazan con otras. Con la violencia sexual o con las violencias promovidas por las organizaciones criminales o de las fuerzas de seguridad, para dar solo algunos ejemplos. Todo esto en un contexto de profundización de los proyectos neoliberales que se combinan paradójicamente con una fuerza movilizadora inédita del feminismo como actor político y una oleada neoconservadora de las derechas que avanzan sobre nuestro continente.

Analizando los últimos femicidios no podemos dejar de señalar los altísimos niveles de crueldad que expresan. Como siempre nos recuerda Rita Segato, hay un orden que busca instalar la crueldad como paisaje de normalidad,  por eso no solo los cuerpos de las mujeres y las niñas aparecen como desechos, como “objetos” posibles de ser desmembrados y arrojados a los basurales sino que la forma en que se cometen estos femicidio dan cuenta de altísimos niveles de letalidad e impunidad: cometidos en lugares públicos a plena luz del dìa, utilizando el arma reglamentaria, asesinando a mujeres embarazadas a martillazos, a mujeres enfermas en los hospitales públicos. Un mensaje de poder y soberanía absoluta sobre nuestras vidas.
Entendemos que los significados que expresan estos femicidios pueden contribuir a definir qué tipos de demandas debemos exigirles a los gobiernos en materia de políticas públicas. Realizando una lectura de los casos ocurridos en lo que va del año 2019 a nivel nacional, se vuelve evidente que requieren la implementación de políticas públicas diferenciadas por parte del Estado. Sólo de este modo será posible incidir en los contextos que habilitan el despliegue de las violencias femicidas. Tenemos casos de mujeres jóvenes de entre 15 y 25 años, víctimas de agresores desconocidos. Por otro lado, mujeres que han denunciado a sus parejas o ex parejas reiteradamente y cuentan con medidas de protección; dentro de los cuales cobran especial trascendencia los casos de femicidios ocurridos mediante el uso de armas confiadas por el Estado a los agentes de seguridad. Por último, los femicidios vinculados y aquellos que ocurren luego que fueron denunciadas las desapariciones de niñas/adolescentes/mujeres, sin haber podido el Estado encontrarlas antes de que fueran asesinadas. Un dato no menor, también resulta ser el desenlace suicida de los agresores que obstaculiza el desarrollo de las investigaciones penales.

Hasta el momento, la forma en cómo se define el abordaje de las violencias contra las mujeres, personas trans y travestis desde lo estatal, está atravesada por la centralidad que ocupan las políticas de seguridad y de control penal en la resolución de los conflictos sociales. En este marco, las intervenciones estatales para la prevención y asistencia de las violencias contra las mujeres, y personas trans y travestis -específicamente las ocurridas en el ámbito intrafamiliar- se han sustentado en un paradigma que privilegia lo securitario y punitivista por sobre otras definiciones relacionadas con las políticas sociales. Así, se ha ido consolidando una forma de abordaje estatal centrada en criterios de gestión de los casos de manera individual, fragmentada y desarticulada, por parte de las distintas agencias del Estado. Esto se pone de manifiesto en aquellos femicidios en los cuales a pesar de que las mujeres denunciaron y pidieron ayuda, el Estado no logró protegerlas.

Las decisiones que se han venido tomando en las políticas de seguridad, se proyectan al campo de las políticas públicas para la atención y prevención de la violencia contra las mujeres. En estas lógicas securitarias se inscriben medidas como la entrega de botones antipánico a mujeres que han denunciado, la propuesta de utilizar “tobilleras para agresores” y la reciente aplicación de seguridad para teléfonos celulares, dispositivos presentados por el Estado como políticas de prevención de la violencia contra las mujeres. Es decir, se extiende la implementación de políticas públicas que se concentran en la atención de la emergencia a partir de definiciones de políticas de seguridad y no del abordaje de las condiciones estructurales que promueven las situaciones de violencia.  Pero, además, se profundiza la burocratización, lo que deviene en la existencia de una gran cantidad de instancias institucionales que las mujeres deben atravesar solas, sin que esos recorridos que realizan por distintos organismos les garanticen protección.

Como se pone en evidencia con la mediatización de las cifra de femicidios ocurridos en las primeras semanas de 2019, los dispositivos securitarios o de emergencia no han sido capaces de dar una respuesta efectiva ante la demanda de protección. Existe  un ineficaz y único modelo de abordaje frente a la heterogeneidad de los casos que no responde a las necesidades de protección que las mujeres buscamos y exigimos encontrar en el Estado. Ante el creciente número de femicidios dónde estos dispositivos han fallado, una sobrevaloración de este tipo de abordajes podría conducir a exigirle al Estado mayores mecanismos de seguridad. Sin dudas, el reclamo por la implementación de políticas integrales forma parte de la necesidad de formular un ¿nuevo? paradigma de políticas públicas alejado de las definiciones de las políticas de seguridad. Cuando hacemos referencia a la integralidad en las políticas públicas queremos significar que el abordaje no debe centrarse en el caso a caso en forma individual, sino que requiere de la puesta en funcionamiento  de programas de atención a víctimas, de políticas sociales y laborales para mujeres, personas trans y travestis. Significa que debe atenderse a un diseño de las políticas públicas bajo metodologías que, superando la desconexión entre temáticas que necesariamente están entrecruzadas, apunten a establecer instancias de articulación entre los actores estatales, como manera de pensar en forma conjunta acciones preventivas y de asistencia.
En ese sentido, entendemos que resulta necesario incorporar a las políticas públicas un enfoque de interseccionalidad que permita dar cuenta y abarcar las múltiples violencias que nos atraviesan a las mujeres. Las violencias que nos afectan están determinadas también por las diferencias económicas, culturales, etarias, raciales. La sentencia de Lucia Pérez, ocurrida en Mar del Plata, es elocuente en este sentido: cuando estas dimensiones no han sido tenidas en cuenta consagrando la impunidad. El análisis interseccional resulta imprescindible para realizar el estudio de las formas de violencia que pudieron haber afectado a la víctima de un femicidio, antes, durante o después del hecho delictivo.

Estas deudas en materia de derechos de las mujeres se agravaron en los últimos tiempos con el deterioro y el desmantelamiento de programas gubernamentales, los recortes presupuestarios y la reducción de los equipos de profesionales en las áreas de género y de otras áreas con incumbencia para definir líneas de abordaje integrales, por ejemplo los Servicios Locales de Promoción y Protección de los Derechos de Niños, Niñas y Adolescentes de la provincia de Buenos Aires y la falta de implementación de la ley de educación sexual integral.

Las políticas públicas deben abordar otras dimensiones más allá de las propuestas por las agendas securitarias en contextos globales de creciente fragmentación social y de profundización de las desigualdades económicas. Por eso, no se trata de medidas represivas o punitivistas sino de políticas que apunten a ir transformando las estructuras sociales, políticas y económicas que las promueven y las sostienen en cada nuevo femicidio.

FUENTE: LATFEM -  

Por:
LAURANA MALACALZA, SOFIA CARAVELOS, CAROLINA RACAK, JOSEFINA GONZÁLEZ Y SOFIA SESIN LETTIERI

MUJERES SIN HOGAR: INVISIBILIZADAS Y EXCLUÍDAS

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Tras la última crisis económica, uno de cada 6 hogares de clase media entró en situación de pobreza, y muchos de ellos no se han recuperado hasta la fecha. Ello implica que cada vez hay un número mayor de familias que se intervienen desde los Servicios Sociales, creando una compleja y preocupante radiografía de la pobreza en España.
Pero si analizamos los datos exhaustivamente, vemos que la pobreza es predominantemente femenina. En este 2019, por primera vez la tasa de pobreza femenina supera a la de los hombres: 6,4 millones de mujeres en riesgo de pobreza frente al 5,9 millones de varones.



¿Cuáles son los factores que explican esta situación?

Son varias las causas que explican ese sesgo de género. Los profesionales que intervienen con familias en riesgo de exclusión social cada vez se encuentran con un mayor número de familias monomarentales a las que atienden individualmente. El 83% de ellas se encuentra en riesgo de exclusión social, lo que hace que la intervención social con familias sea clave como factor de prevención para evitar que sus integrantes puedan terminar viviendo en las calles.
Pero si además atendemos a otros factores que influyen en los procesos de exclusión de estas mujeres, vemos que en cualquier metodología de intervención social con ellas es clave entender el peso de la violencia de género, que sufren o que han sufrido muchas de ellas, además de que entendemos que la violencia económica es una forma más de violencia de género:
Porque ejercer tareas de cuidados y que no sean reconocidas, es una manifestación de violencia de género sobre las mujeres que empeñan su tiempo, su trabajo y su dedicación, en esos cuidados (cuidar de sus hijos, cuidar de sus mayores, cuidar de sus hogares)
Porque la existencia de una brecha salarial, de una división sexual del trabajo y la falta de una mejora en los derechos laborales en el terreno de la maternidad es una manifestación más, de la violencia de género.
Y porque, por todo ello, las mujeres nos volvemos cada vez más precarias y más pobres; por el simple hecho de ser mujer; es decir, por procesos específicos derivados de nuestro género.
Por lo tanto, la violencia de género influye en los procesos de exclusión social y más concretamente, en los de las mujeres, de ahí que la intervención individual con ellas que se pueda llevar a cabo desde el trabajo social siempre tenga que tener presente un enfoque de género específico.

¿Y qué sucede con las mujeres que sufren más exclusión, las mujeres sin hogar?

Cuando hablamos de mujeres sin hogar hablamos de aquellas que pernoctan en la calle y también de las que tienen una vivienda inadecuada o insegura (chabola, pisos con orden de desahucio, pisos okupas…).
Y no, no podemos hablar de un perfil específico, pues son de todo tipo: mujeres que han sufrido violencia de género, jóvenes, estudiantes, con familias de origen de clase media, alta y baja, con adicciones, con discapacidad, trabajadoras, en paro, con formación universitaria…
Sin embargo, el común denominador que tienen todas ellas es que su “sinhogarismo” es mucho más sombrío y oculto que el de los hombres. Son mujeres invisibles e invisibilizadas. Sobre ellas se ejerce una doble violencia: la de su condición de mujer y la derivada de su situación de exclusión.
Las mujeres sin hogar en España solo representan el 11% sobre el total, pero los datos no son reales, porque las estadísticas generalmente las ofrecen los recuentos nocturnos o la red asistencial de personas sin hogar, y muchas de estas mujeres ni se encuentran durmiendo en la calle ni acceden a estos recursos de la red. Por tanto, la cifra real podría ser notablemente superior.

¿A qué se debe la poca presencia de las mujeres sin hogar en los recursos?

Hay una clara falta de feminización de estos recursos, y por tanto, las mujeres no se encuentran cómodas en ellas y a menudo deciden no emplearlos. Los albergues y los recursos residenciales están masculinizados y no están pensados para la atención integral de ellas.
Por eso, es necesario incluir la perspectiva de género desde todas las áreas de acompañamiento social. Ya no solo es preciso repensar los espacios incluyendo la mirada feminista, sino que la atención integral, se lea, se piense y se actúe con perspectiva de género y de cuidado.

fuente: Periféricas - Por Marina Granizo.

SEMANA DE LA MUJER: PREJUICIOS EN EL MUNDO DE LOS AUTOS

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A más de cien años de que una mujer obtuviera en la Argentina por primera vez una licencia de conducir –fue en 1912, en la ciudad de Buenos Aires, según cuenta la historia–, todavía la presencia femenina al volante sigue siendo minoritaria. Se estima que apenas 2 de cada 10 conductores son mujeres, aunque un 30 por ciento de las licencias las sacan ellas. ¿Es el auto y su mundo –el automovilismo, incluido– el último reducto machista a conquistar? Los prejuicios sobre la relación de las mujeres con los autos son moneda corriente. Se escuchan en las calles, los padecen las con-ductoras y se sostienen en mitos sexistas más que en evidencias científicas.

Si se pone en Google la frase “mujeres manejando” lo primero que aparece son videos de youtube con títulos como: “Mujer al volante peligro constante”, “Mujeres torpes y peligrosas conduciendo”, “Las peores mujeres manejando” o “Choques y estupideces de mujeres manejando”. Los videos condensan una sucesión de situaciones que pretenden ser graciosas, y que van desde malas maniobras para estacionar y choques burdos hasta atropellar barreras bajas en un parking o irse de una estación de servicio con la manguera todavía colocada. Llama la atención que no siempre se puede ver quien conduce. Se asume que es una mujer.

Pero si en cambio se hace una búsqueda en Internet con la frase “hombres manejando” lo que surge en primer lugar son imágenes de varones conduciendo un vehículo. Nada más. Fotografías y no videos. Situaciones bien alejadas del ridículo. Parecen modelos posando.

El experimento casero y fácil, refleja uno de los estereotipos de género fuertemente arraigados en la cultura argentina –y el mundo occidental, me atrevería a decir–, y es aquel que afirma que la población femenina es más torpe y está menos capacitada para estar al frente de un volante, especie de okupas en un mundo históricamente masculino. ¿Cuánto hay de mito y de realidad?

CONQUISTA

El auto condensa el deseo masculino. Es símbolo de status y un imperativo para los más jóvenes. Es la proyección de su propio ser. Para las mujeres es distinto. Ellas más que seducir, buscan comodidad, seguridad, que el vehículo sea confiable, que no las deje: quieren un objeto funcional, que les permita, por ejemplo, ahorrar tiempo, y a la vez, les de libertad y autonomía. Aunque también el auto puede terminar siendo una sobrecarga: madres al volante convertidas en remise-ras de sus hijos e hijas, en la rutina diaria.

En otras geografías el acceso al auto puede significar para las mujeres igualdad de derechos. Como en Arabia Saudita, donde recién en junio de 2018 las autoridades gubernamentales levantaron la prohibición que les impedía conducir automóviles. Algunas de las mujeres que pelearon por esa conquista fueron encarceladas arbitrariamente y sufrieron campañas de desprestigio. El ejemplo saudí es extremo, pero deja a la luz –con claridad– la idea de que el auto ha sido dominio masculino y una “concesión” a las mujeres. Basta husmear en el automovilismo para ratificarlo: sigue siendo reducto de machos –incluso mucho más que el futbol–, y el principal rol y casi único que se le otorga a las mujeres es el de adornos sexuales, las tradicionales “grid girls”, o acompañantes de quien sigue alguna categoría o participa como parte de un equipo, salvo pocas excepciones. Hasta la palabra pilota suena mal, aunque su uso está aceptado. Nos parece rara porque como hay pocas, se emplea poco. No solo es cuestión de autos, la discriminación es más profunda en la conducción de otros vehículos. En Salta, por ejemplo, una mujer, Mirta Sisneros, viene luchando hace una década en la Justicia y llegó hasta la Corte Suprema, para que la contraten como colectivera: las empresas de transporte local la excluyen por ser mujer.

¿NO NOS VEN?

Hay múltiples ejemplos de lo poco amigable que es la industria de los autos con las mujeres. Para empezar, la mayoría de los vendedores en las concesionarias son varones. Y las mujeres les descon-fían. Porque les hablan en difícil. Parece que quieren enredarlas con la información; los costos: nunca son claros. Por eso muchas eligen ir acompañadas de un varón, –pareja, amante, amigo, padre o hermano–, y en esos casos, el vendedor le va a dirigir a ellos la palabra. Ellas desaparecen de la escena. Su opinión, parece, no resulta relevante. Una encuesta de 2018 del portal de origen inglés de compra-venta de automóviles Auto Trader1 encontró que el 94 por ciento de las mujeres –que participaron del cuestionario– no confían en los vendedores de coches, y el 37 por ciento cree que deberían existir más mujeres en la industria.

Casi un tercio de las personas que compran autos en el país son mujeres: 31 por ciento (contra 69 por ciento, de varones). Y si se analizan los datos en relación a los autos más económicos (Gol, Onix, Clio, Ka) la distribución es más equilibrada: 45/552. Pero todavía la industria nos registra poco y mal. Como quedó en evidencia con el “Manual del buen uso” que una popular marca de autos empezó a repartir en 2015, sin tomar nota del cambio de época con el surgimiento del movimiento Ni Una Menos. Se trataba de un compendio sexista y, literalmente, machirulo. Se entregaba con cada auto 0 km a modo de “souvenir chistoso” como complemento del manual técnico. Además de referirse a un conductor, siempre heterosexual y machista, se ejemplificaban situaciones donde la intimidad de la mujer y sus deseos aparecían vulnerados. Un ejemplo era el apartado sobre las ventajas de la calefacción, donde aconsejaba “inducir a una chica que le guste para que se saque algo de ropa” y, en cuanto al uso de la bocina, se sugería para “piropear a una chica que nos alegre el día”. En la sección “Ceder el paso”, por ejemplo, la guía recordaba la importancia de hacerlo “allí donde corresponda, aunque se puede hacer una concesión especial si la otra conductora está realmente buena”. En otro de los apartados donde se resaltaban las virtudes de un buen copiloto se señalaba que en caso de ser mujer “por lo menos que tenga lindas piernas”, dando a entender que ya que no reuniría ninguna capacidad ni intelectual ni automovilística, por lo menos que sirva a los ojos del conductor: un objeto más a lucir, como el volante forrado en cuero, las cinco puertas o el nuevo auto. El sexismo del manual lo denunció una mujer en Fecebook al año de la primera marcha de Ni Una Menos, y la fuerte repercusión –negativa– que tuvo en redes sociales, obligó a la firma automotriz a retirarlo. El librito había sido redactado por una de las agencias de publicidad más renombradas del país, Leo Burnett Argentina, filial de Leo Burnett Internacional. ¿A ninguno de los “creativos” les hizo ruido semejante contenido discriminatorio?

Las concesionarias podrían pensar en incorporar espacios infantiles, por si la compradora está acompañada por sus hijos pequeños. Sería un servicio muy valorado, junto con la posibilidad de interactuar con otras mujeres como vendedoras.

Por otra parte, las marcas siguen recurriendo a la joven de cuerpo escultural para posar al lado de su nuevo modelo en los salones internacionales. Les siguen hablando a ellos. Casi que ignoran a las mujeres como compradoras.

Y cómo olvidarse de los clásicos almanaques con fotografías de mujeres desnudas en talleres mecá-nicos. A veces, se pierde de vista el terreno hostil que han tenido que transitar las mujeres, en este como en otros campos: la cosificación y la discriminación han sido una constante.

CUPO FEMENINO

Lentamente –muy lentamente– las publicidades van dejando atrás un enfoque demasiado mascu-lino. Aquí, como en otros países, algunas campañas incluso tuvieron que ser levantadas luego de ser cuestionadas por organismos gubernamentales o las audiencias, por sus contenidos sexistas. El rol de las mujeres en los anuncios ha sido como objeto de conquista del propietario del auto, o acompañantes; raramente al frente del volante. Recién en los últimos años, al compás del reflore-cimiento feminista, las agencias empezaron a sacarlas de ese lugar y cada vez se cuidan más de colocar a los hombres en posición de superioridad frente a las mujeres. Los anuncios van incor-porando una “cuota” de mujeres. En la última publicidad de la pickup Ford Ranger, que siempre fue protagonizada por varones, aparecen mujeres en roles no tradicionales y una conduciendo la camioneta en el campo. El título del comercial es “Los mandatos fueron hechos para romperse”. Es de la agencia GTB Argentina.

Otro comercial reciente para destacar es el de Peugeot 2008 “Mensajito de las 2:08”, que muestra mujeres jóvenes al volante que no responden al estereotipo heterosexual, con estéticas no tradicionales. De todas formas, todavía se observa cierta desorientación sobre el rumbo que debería tomar la publicidad, en un contexto en el que movimiento de mujeres, lesbianas, travestis y trans está haciendo estallar los sentidos comunes más instalados socialmente. No queremos autos rosas. A veces esa es la única idea que ofrecen algunos publicistas para interpelar a un público femenino. Las “creativas” son escasas o no tienen lugar en las agencias. En la actualidad, en el país, hay una sola gerenta creativa. Es decir, la mirada que se plasma desde el mundo publicitario es casi exclusivamente de varones.

PÚBLICA Y PRIVADO

¿A qué mujer no le han gritado alguna vez en la calle “andá a lavar los platos” luego de una mala maniobra? La expresión, siempre lanzada desde una voz masculina, reafirma la división histórica del uso del espacio público y privado: el primero para ellos, el segundo, para ellas. “Andá a lavar los platos” dice demasiado: señala que esa mujer no tendría que haber salido nunca del ámbito doméstico, adonde históricamente se ha confinado a la población femenina. La calle, el espacio público, fue dominado desde tiempos inmemoriales por los varones: solo las mujeres en situación de prostitución ganaban la calle; se les decía callejeras, mujeres públicas. Las otras, las decentes, debían reinar en el hogar. Esa división sexual del trabajo se rompió, pero no tanto. El feminismo la viene denunciando hace décadas. Sin embargo, todavía las mujeres dedican el doble de tiempo que los varones a las tareas domésticas y de cuidados, no remuneradas, según la Primera Encuesta del Uso del Tiempo (2013, Indec): seis horas diarias en promedio, contra tres de ellos.

Otra frase típica: “Estacionás mejor que un varón”. El parámetro siempre es el hombre.

Una creencia arraigada sostiene que las mujeres tienen menos habilidades innatas para conducir. En realidad, no hay dos cerebros, uno masculino y otro femenino, tal como advierte Lucía Ciccia, doctora en Estudios de Género, investigadora asociada al CIEG-UNAM. “Los estudios demuestran que las habilidades visoespaciales, relacionadas con la conducción de autos, se mejoran con entrenamiento. Hay tantos cerebros como personas y en tal caso hay una presión social y de gé-nero de que la mujer lo va a hacer mal, peor que el varón. Y eso organiza a la sociedad para que después suceda, pero no tiene que ver con una incapacidad biológica. Hay mujeres que pueden manejar tan bien o mejor que los varones: eso depende del aprendizaje y de cómo se socializaron esas mujeres”, explica Ciccia4. Es decir, hay un atravesamiento de género, estructural, para que se cumpla la regla de que las mujeres están más exigidas para conducir bien. Y en tal caso, no están estimuladas de la misma manera que los varones. Lo fundamental, es entender que no hay una predisposición innata para manejar mejor en la población masculina. Esa diferencia no existe.

Hay mujeres y varones que manejan muy bien y también, hay hombres y mujeres que lo hacen mal. A conducir se aprende. Se trata de sumar experiencia. Pero el terreno de la conducción está atravesado también por el patriarcado. Hay familias, donde el padre empuja al hijo varón a conducir incluso, antes de los 16 años, pero a la hija mujer, nunca le ofrece enseñarle y llega al volante años más tarde, temerosa, porque escuchó en su entorno que las mujeres manejaban mal. Todavía hay maridos que le ponen trabas a la esposa para que maneje. O cuando se sube la familia al auto, prefiere conducir él porque se pone nervioso cuando lo hace ella.

Desde niñas, se les mete a las mujeres en la cabeza que los autos de juguete tampoco son para ellas. Aunque se va rompiendo lentamente ese sexismo, un análisis reciente del Centro de Economía Política Argentina (CEPA) sobre el consumo de juguetes con perspectiva de género, encontró que mientras los autos y accesorios representan un 19 por ciento de los juguetes categorizados para varón de la oferta en el país, esa categoría no existe para las niñas. La cultura nos va moldeando. A las niñas se les regala muñecas y cocinitas, mayoritariamente. El 40 por ciento de la oferta identificada para nenas son juguetes asociados a las tareas de cuidado. Desde chicas sabemos cómo acunar un bebé o dar una mamadera. Son siglos de formateo socio-cultural. Lejos de los autos, cerca de la cocina.

UN LARGO CAMINO POR DELANTE

A la hora de analizar las estadísticas de siniestros viales, surge que mueren más varones como consecuencia de siniestros viales que mujeres: Las cifras relevadas desde 2010 muestran que 7 de cada 10 víctimas mortales en incidentes viales son varones, con una preponderancia de los usuarios más vulnerables, motociclistas, peatones y ciclistas, sobre los ocupantes de rodados de 4 y más ruedas5. Estas cifras hay que leerlas teniendo en cuenta que casi 8 de cada 10 conductores son varones6, por lo tanto es esperable que tengan más incidentes viales. No obstante, las investigaciones muestran que ellas se apegan más al cumplimiento de las medidas de seguridad: con respecto al cinturón de seguridad, lo usan el 58,4 por ciento de las conductoras contra el 48,6 por ciento de los varones que manejan vehículos de cuatro ruedas (o más). También si el copiloto es femenino es mayor el uso (46,3 por ciento contra 35,9 por ciento). Y cuando el conductor es de género femenino se incrementa el uso del cinturón en todas las posiciones, según revela el Estudio Observacional del comportamiento de conductores y ocupantes de vehículos de 4 (o más) y 2 ruedas, realizado en 2016 y publicado por la Agencia Nacional de Seguridad Vial, del Ministerio de Transporte. También cuando el conductor es femenino “aumenta significativamente” el uso de sistema de retención infantil entre menores de 0 a 4 años que viajan en posición trasera (58,6 por ciento contra 42,3 por ciento). El relevamiento encontró además, que a mayor uso del cinturón de seguridad, se da un mayor uso de luces diurnas.

Al mismo tiempo, los varones que declaran haber conducido un vehículo luego de beber alcohol en los últimos 30 días, es cuatro veces mayor que las mujeres en la franja de 17 a 35 años –33 por ciento contra 8,1 por ciento de las mujeres—y seis veces mayor que ellas entre los de 35 a 49 años (23,9 por ciento contra 3,4).

Un estudio de 2012 del Centro de Experimentación en Seguridad Vial (CESVI) concluyó que las mujeres manejan mejor que los hombres. Son más prudentes y ellos, más agresivos y transgresores.

En momentos en que el grito de las mujeres está haciendo temblar al mundo, a las mujeres les queda todavía un largo camino para empoderarse en el terreno de los autos en condiciones igualitarias en relación a los varones. Sin dudas, falta una masa crítica de mujeres en diferentes territorios atravesados por los autos: al frente del volante, periodistas, diseñadoras, ejecutivas en las firmas automotrices, vendedoras, creativas publicitarias que piensen campañas de las marcas, más pilotas y menos promotoras. Romper las barreras culturales, los estereotipos de género y los prejuicios. La habilidad, finalmente, se gana con la experiencia.

Fuente: Autoblogs.com.ar - Por Mariana Carbajal



DINAMARCA FRENTE A LA VIOLACIÓN Y LA IMPUNIDAD ENDÉMICA

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Título original: Amnistía denuncia la " impunidad endémica" frente a la violación en Dinamarca.

Dinamarca es visto como un país ejemplar en lo que a igualdad de género se refiere pero esta imagen oculta otra realidad, la de uno de los índices de violación más altos de Europa y la de una “impunidad endémica” de quienes cometen las violaciones, ha denunciado Amnistía Internacional.

En un nuevo informe, ‘”¡Queremos respeto y justicia!”. Superar los obstáculos de las supervivientes de violación a la justicia en Dinamarca’, la ONG denuncia que mujeres y niñas se encuentran desprotegidas debido a las “leyes desfasadas” vigentes en el país. Asimismo, pone de manifiesto que muchas de ellas no denuncian las agresiones sufridas por temor a que no las crean o a sufrir estigma social o por falta de confianza en el sistema de justicia.

El informe es el resultado de entrevistas con 18 mujeres y niñas de más de 15 años que han sufrido violación, así como con ONG, especialistas y autoridades pertinentes. Según ha podido constatar Amnistía, en Dinamarca se denuncian muchas menos violaciones de las que realmente se comenten y la probabilidad de condena de los culpables es “muy pequeña”.

En 2017, se produjeron entre 5.100 violaciones, según los datos del Ministerio de Justicia, y 24.000, según un estudio reciente, sin embargo solo 890 mujeres denunciaron violación ante la Policía. De estas denuncias, aunque 535 dieron lugar a procesamiento solo 94 terminaron con una sentencia y sólo 94 se resolvieron con sentencia condenatoria.

A pesar de la imagen de Dinamarca como país con igualdad de género, la realidad es muy distinta para las mujeres, debido al grado terriblemente alto de impunidad de la violencia sexual y a anticuadas leyes sobre la violación que no cumplen las normas internacionales”, ha lamentado el secretario general de Amnistía Internacional, Kumi Naidoo.

NO SE TIENE EN CUENTA SI HUBO CONSENTIMIENTO

Aunque Dinamarca ratificó el Convenio de Estambul en 2014, el cual sostiene que la violación y todos los demás actos de naturaleza sexual no consentidos deben ser calificados como delitos, la legislación danesa no se basa aún en la falta de consentimiento para definir la violación sino que lo hace en base a si hubo violencia física, amenazas o coacción y en si se puede determinar que la víctima no pudo resistirse.

“Lo cierto es que el sexo sin consentimiento es violación”, ha defendido Naidoo. “No reconocerlo así en la ley deja a las mujeres expuestas a sufrir violencia sexual y fomenta una peligrosa cultura de culpabilización de la víctima e impunidad, que se ve reforzada por mitos y estereotipos muy extendidos en la sociedad danesa, desde el terreno de juego hasta el vestuario, y desde la comisaría de Policía hasta al banquillo de los testigos”, ha subrayado.

Según Amnistía, la existencia de prejuicios profundamente arraigados en el sistema de justicia es una de las razones del bajo índice de condenas en el país, unido a la desconfianza en el sistema junto con el miedo a no ser creídas o a ser culpadas de quienes han sufrido una violación y que las lleva a no denunciar.

La investigación ha permitido a la ONG constatar que muchas mujeres se encuentran con actitudes de desprecio, culpabilización de la víctima y prejuicios durante el proceso para denunciar lo que les ha ocurrido. Kristine, una periodista de 39 años, ha asegurado a Amnistía que el proceso de denuncia supuso “soportar más miedo, vergüenza y humillación”. “Si hubiera tenido 20 años, no habría seguido tras el primer intento”, ha añadido.

Amnistía considera que el hecho de centrarse en la resistencia y la violencia en vez de en el consentimiento de la víctima ha afectado no sólo a la denuncia de las violaciones, sino también a la sensibilización en general sobre la violencia sexual, aspectos, ambos, que “son clave para prevenir las violaciones y abordar la impunidad”.

HACEN FALTA MEDIDAS MÁS AUDACES

En este sentido, la ONG ha celebrado que el Gobierno danés haya puesto en marcha un grupo de expertos para que recomienden iniciativas que puedan ayudar a las víctimas de violación a recibir apoyo adecuado y tratamiento profesional cuando accedan al sistema, si bien ha sostenido que el Ejecutivo “tiene que tomar medidas mucho más audaces y modificar la legislación para que esté basada en el consentimiento”.

Además, ha subrayado que aunque reformar las leyes actuales sobre la violación “sería un paso esencial para cambiar las actitudes y conseguir justicia”, hace falta “hacer aún mucho más para generar un cambio social e institucional”.

Esto pasa, según Amnistía, por adoptar medidas legales que garanticen que “los mitos sobre la violación y los estereotipos de género son cuestionados en todos los niveles de la sociedad y que los profesionales que trabajan con supervivientes de violación reciben formación adecuada y continua”. También hacen falta programas de sensibilización y educación sexual en general a edad temprana.

“Reformando sus anticuadas leyes y poniendo fin a la perniciosa cultura de culpabilización de la víctima y aplicación de estereotipos negativos existente actualmente en los procedimientos judiciales, Dinamarca tiene la oportunidad de sumarse a la oleada de cambio que está recorriendo Europa”, ha incidido Naidoo.

“Esta oleada, encabezada por mujeres valientes, ha llevado a ocho países de Europa a adoptar definiciones de la violación basadas en el consentimiento”, ha añadido el secretario general de Amnistía. Según la ONG, estos países son Suecia, Reino Unido, Irlanda, Luxemburgo, Alemania, Chipre, Islandia y Bélgica.

“Esta oleada de cambio de Dinamarca y otras partes de Europa puede ayudar a garantizar que las mujeres están mejor protegidas y supondrá que las generaciones futuras de mujeres y niñas no tengan nunca que preguntarse si la violación es culpa suya ni que dudar de que los violadores sean castigados”, ha remachado Naidoo.

fuente: Tribuna Feminista
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